Familias de Colores



En un rincón del mundo, había una ciudad mágica llamada Diversilanda, donde cada niño y niña tenía una familia única y especial. Desde casas grandes hasta pequeños apartamentos, desde familias con dos mamás hasta abuelos que vivían con sus nietos, todos compartían un lazo especial: el amor.

Una mañana soleada, en la escuela de Diversilanda, la maestra Luna decidió iniciar un proyecto llamado "Mi familia, un tesoro". La actividad consistía en que cada niño debía presentar a su familia y contar un poco sobre cómo era su vida en casa. Todos estaban emocionados.

La primera en presentar fue Sofía. Con su voz suave, empezó:

"Yo vivo con mi papá y mi abuelita. Mi papá trabaja mucho, pero siempre encuentra tiempo para contarme historias antes de dormir. Mi abuelita nos cocina los mejores guisos. ¡A veces invitan a mis amigos a jugar en casa!"

Los demás aplaudieron con entusiasmo.

El siguiente fue Lucas, quien contaba con una familia un tanto diferente:

"Yo vivo con mis dos mamás. ¡Ellas son las mejores! Las dos son muy divertidas y cada viernes cocinamos galletas en la cocina. ¡Me encantan las fiestas que hacemos en nuestra casa! A veces vienen mis primos y es una gran diversión."

Todos los demás aplaudieron nuevamente, maravillados por lo especial de su familia.

Después, llegó el turno de Carla. Ella vivía con sus padres y un hermano menor que siempre hacía travesuras.

"Mi hermano y yo a veces discutimos, pero jugamos juntos al fútbol y eso es lo que más amo hacer. Somos un equipo!"

Los niños rieron al imaginar a Carla y su hermano jugando.

Cuando la presentación llegó a Mateo, un niño que a veces se sentía un poco solitario, todos lo miraron atentamente. Mateo tenía una historia diferente:

"Yo vivo con mi abuelo y mi tía. Mi mamá vive lejos y espero que un día regrese a casa. Aunque extraño a mi mamá, mi abuelo siempre me cuenta sobre sus aventuras en la juventud y eso me hace sentir feliz. Él me enseña a construir cosas y a cuidar plantas. Creo que eso es hermoso."

Los niños lo escucharon en silencio, sintiendo la calidez de sus palabras.

A medida que las presentaciones avanzaban, cada niño trajo su propia historia. Ana tenía un perro que era parte de su familia; José vivía con su hermana y sus padres, quienes eran artistas y siempre traían colores a su vida.

"¡En mi casa siempre hay música!"

"En la mía, hay muchas risas y también alguna que otra pelea, pero siempre nos reconciliamos."

Cada uno compartía sus vivencias, haciendo de la jornada un festín de risas y emociones.

Sin embargo, al final del día, la maestra Luna notó que Mateo seguía con un semblante triste. Así que, con mucha delicadeza, le preguntó:

"Mateo querido, ¿te gustaría compartir algo más?"

Con un suspiro, Mateo se armó de valor:

"Es que a veces siento que mi familia no es como la de los demás. A veces me siento diferente..."

Luna sonrió y le respondió:

"¿Sabías que la belleza de nuestras familias está en las diferencias? Cada una tiene algo único que ofrecer. Lo que importa es el amor que compartimos y cómo nos cuidamos unos a otros. Las familias son como un colorido arcoíris; cada tonalidad se suma a la belleza del todo, incluso la de tu abuelo y tu tía."

Los compañeros de Mateo asintieron con la cabeza, comprendiendo lo que la maestra decía.

Entonces, uno de los niños, exclamó:

"¡Sí! ¡Como un rompecabezas! Cada pieza es diferente, pero todas juntas forman una imagen hermosa."

Todos aplaudieron y Mateo sonrió, sintiéndose parte de un gran cuadro lleno de colores, donde su historia también era importante.

Desde ese día, la idea de que cada familia es única se convirtió en un mantra en Diversilanda. Los niños se dieron cuenta de que todas las familias, sin importar cómo fueran, se unían en el amor y el apoyo que se ofrecían mutuamente. Aprendieron que la diversidad en sus familias era una fortaleza, y eso les hizo crecer más unidos.

Y así, en Diversilanda, donde cada familia era un tesoro diferente, los niños y niñas aprendieron que ser distintos es lo que hace la vida mágica y especial, porque el amor, al fin y al cabo, es el más colorido de los lazos.

FIN.

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