Fandango y el Arcoíris de la Amistad
En un pequeño pueblo lleno de colores y alegría, vivía un hombre llamado Fandango. Su risa era contagiosa, su energía iluminaba los días nublados y todos lo querían. Cada mañana, Fandango salía a la plaza con su tambor y comenzaba a tocar. Los niños corrían hacia él, bailando al ritmo de su música.
Un día, mientras Fandango tocaba, se le acercó una niña llamada Sofía, que siempre se sentía un poco triste porque no tenía amigos.
"Hola, Fandango. Tu música es muy bonita, pero me siento sola. No tengo a nadie con quien jugar." - dijo Sofía con una voz apagada.
Fandango, al escuchar a Sofía, le sonrió y le respondió:
"¿Qué te parece si hacemos una fiesta? Invitemos a todos! Así puedes conocer a más chicos y chicas. Te prometo que será divertida!"
Sofía se emocionó al escuchar la propuesta y juntos comenzaron a preparar la fiesta. Reunieron globos, decoraron el espacio y Fandango siguió tocando su tambor, animando a los demás a participar.
El día de la fiesta, el pueblo entero llegó. Había risas, juegos y una deliciosa comida hecha por las mamás y abuelas del lugar. A medida que los niños jugaban, Sofía comenzó a hacer amigos. Con cada risa, su corazón se llenaba de alegría.
"¡Mirá!" - exclamó Sofía, señalando un hermoso arcoíris que apareció en el cielo después de una ligera lluvia. "Eso es mágico!"
Fandango, sabiendo que el arcoíris simbolizaba la diversidad y la unión, les propuso un juego.
"Chicos, vamos a formar un arcoíris con nuestros colores! Cada uno tiene un talento o algo especial, así que vamos a mostrarlo en la fiesta".
Los niños comenzaron a demostrar sus talentos. Uno cantaba, otro hacía malabarismos, y algunos bailaban. Sofía, aún sin saber bailar, decidió intentar moverse al ritmo de la música.
"¡Vamos Sofía!" - animó Fandango. "Solo diviértete!"
Sofía se unió al baile y, ¡sorpresa! Todos se unieron a ella. La plaza se llenó de risas y bailes, y en un momento mágico todos se sintieron parte de algo especial.
Sin embargo, cuando parecía que todo estaba perfecto, una nube oscura apareció sobre el pueblo. Parecía que se avecinaba una tormenta. Los niños comenzaron a asustarse, y Sofía volvió a sentir tristeza.
"Fandango, ¿y si todo se arruina?" - preguntó nerviosa.
Fandango, seguro de su espíritu, respondió:
"No dejes que una nube nos detenga! La lluvia también puede ser parte de nuestra fiesta. ¡Vamos a bailar bajo la lluvia!"
A medida que la lluvia comenzaba a caer, Fandango tomó su tambor y comenzó a tocar con más fuerza. Los niños, sorprendidos por su valentía, lo siguieron. Todos se unieron en la plaza, riendo y bailando bajo la lluvia, como si fueran protagonistas de un increíble cuento.
Cuando la tormenta pasó, apareció un nuevo arcoíris brillante en el cielo. Los niños se sintieron más unidos que nunca y, desde ese día, cada vez que llovía, se acordaban de Fandango y de cómo la lluvia había hecho su fiesta aún más especial.
Y así fue como Sofía aprendió que la alegría se encuentra en la amistad, en los pequeños momentos y que siempre se puede encontrar brillo incluso en los días nublados. Fandango se convirtió en un querido amigo no solo para ella sino para todos, enseñando que la felicidad se multiplica cuando se comparte.
El pueblo siguió siendo un lugar lleno de música, colores y risas, gracias a Fandango y su capacidad de ver lo positivo en todo.
Y cada vez que alguien sentía tristeza, recordaban la sabiduría de Fandango: "Siempre hay una razón para sonreír, solo hay que buscarla juntos!"
FIN.