Fede y la Aventura en el Hospital
Era un día soleado, y Fede, un pequeño de tres años con su pelo rubio ceniza que brillaba como el oro cuando le daba el sol, estaba internado en un hospital. Su piel blanca y sus ojos verde oscuros irradiaban curiosidad mientras miraba por la ventana. Aunque no era un lugar donde quisiera estar, hoy sería un día especial.
Mamá y papá habían estado a su lado, explicándole todo sobre su enfermedad, la aplasia médular.
"¿Qué es eso, mamá?" - preguntó Fede con su voz dulce.
"Es como si tus pequeños ayudantes, que están en la sangre, se hubieran ido de vacaciones y no pudieran volver por un tiempo. Pero no te preocupes, Fede, estamos aquí para que regresen pronto. ¡Es solo una aventura!" - dijo mamá con una sonrisa.
Fede miró a su alrededor. Había muchos otros niños en el hospital, algunos con juguetes, otros con libros. De repente, se sintió un poco más valiente.
"¿Puedo jugar con ellos?" - preguntó Fede, señalando a un grupo de niños que jugaban.
"Claro, mi amor. Jugar es muy importante y te ayudará a sentirte mejor" - respondió papá, mientras lo sostenía de la mano.
Fede se acercó a los otros niños. Había una niña llamada Sofía, que tenía una peluca de colores. Ella le sonrió y le ofreció su juguete.
"¡Hola! ¿Querés jugar con mi auto?" - dijo Sofía.
"Sí, ¡me encanta!" - exclamó Fede, olvidándose un poco de que estaba en el hospital.
Mientras jugaban, Fede empezó a sentir que todo no era tan malo.
De repente, una enfermera llegó. Tenía una bata blanca y una gran sonrisa.
"¡Hola, Fede! He venido a jugar a un juego especial contigo. Es un juego que se llama 'Ayudantes Mágicos'" - dijo la enfermera.
"¿Ayudantes Mágicos?" - preguntó Fede con curiosidad.
"Sí, son pequeños seres que ayudan a arreglar el cuerpo. Y gracias a ti, ellos están trabajando muy duro para volver a hacer su magia. Si te ríes y juegas, les haces un gran favor" - explicó la enfermera.
Fede sintió que era un poco como un superhéroe.
"Entonces, ¡yo voy a hacer reír a todos!" - decidió.
Fede corrió de vuelta al grupo y comenzó a contar chistes que su papá le había enseñado.
"¿Qué le dijo el pez a la pecera? ¡Nada!" - dijo, y todos comenzaron a reír.
La magia empezó de nuevo. Los ayudantes comenzaron a sentirse más fuertes.
Después de un rato, mamá y papá volvieron a buscarlo.
"¿Estás feliz, Fede?" - le preguntó mamá.
"Sí, estoy ayudando a los ayudantes mágicos y jugando con mis amigos" - dijo Fede, muy contento.
"Eso es genial, amor. Estamos muy orgullosos de ti. Y recuerda, pronto regresaremos a casa juntos" - dijo papá.
Fede lo pensó por un momento y vio a todos los niños jugando.
"Antes de irme, quiero hacer un último juego. ¡Entremos todos en una gran carrera!" - gritó Fede.
Los niños se unieron y comenzaron a correr por el pasillo del hospital, riendo y jugando juntos.
Esa tarde, mientras los rayos del sol entraban por la ventana, Fede se dio cuenta de que aunque estaba en un lugar que no le gustaba, estaba rodeado de risas y de personas que lo querían.
Y lo más importante, sabía que su familia estaba con él y que pronto volverían a casa.
"No tengo miedo, porque soy un superhéroe ayudando a mis ayudantes mágicos" - pensó Fede mientras sonreía, listo para otra aventura en el hospital.
FIN.