Federico y el dinosaurio
Había una vez un niño llamado Federico que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, se encontró con un huevo gigante.
Al principio, Federico no sabía qué hacer con él, pero luego decidió llevárselo a casa y cuidarlo hasta que eclosionara.
Después de varios días de espera ansiosa, el huevo finalmente se abrió y para sorpresa de Federico, ¡apareció un pequeño dinosaurio! A pesar del miedo inicial del niño por tener una mascota tan inusual, rápidamente se hizo amigo del simpático reptil. El dinosaurio era muy curioso y siempre estaba buscando aventuras nuevas. Un día decidieron ir al río para pescar juntos.
Mientras caminaban por la orilla del río, el dinosaurio vio algo brillante en el agua y decidió saltar dentro para investigar. Federico intentó detenerlo pero fue demasiado tarde.
El dinosaurio había caído en una corriente fuerte y estaba siendo arrastrado hacia las cascadas peligrosas. Federico entró al agua sin pensarlo dos veces e intentó salvar a su amigo. Finalmente lograron salir del agua sanos y salvos gracias a la valentía de Federico.
Desde ese momento en adelante los dos amigos estuvieron más cerca que nunca antes. A medida que pasaba el tiempo, Federico comenzó a darse cuenta de lo especial que era su amistad con el pequeño dinosaurio.
Ya no le importaba lo extraño que pudiera parecerle a otras personas tener un amigo prehistórico como mascota porque sabía que lo más importante era el amor y la amistad que compartían.
Y así, Federico y su amigo dinosaurio siguieron viviendo aventuras juntos, siempre dispuestos a enfrentar cualquier desafío que se les presentara con valentía y determinación.
FIN.