Federico y la linterna mágica



Federico era un niño valiente y aventurero, pero había algo que lo asustaba mucho: la oscuridad. Y aunque su abuela siempre le decía que no había nada de qué preocuparse, él seguía teniendo miedo.

Un día, su mamá lo llevó a visitar a la abuela como todas las semanas. Pero esta vez Federico se negó rotundamente a entrar en la casa. "No quiero ir", dijo con voz temblorosa.

Su mamá trató de calmarlo, le explicó que estaba todo bien y que no tenía por qué tener miedo. Pero nada funcionaba. Federico estaba tan asustado que empezó a llorar.

Fue entonces cuando apareció Olivia, una vecina muy sabia y amable que siempre tenía un consejo para dar. "¿Qué pasa aquí?", preguntó al ver a Federico llorando. La mamá de Federico le explicó lo que pasaba y Olivia sonrió con ternura. "Yo tengo una idea", dijo ella. "Voy a contarles una historia".

Y así comenzó:"Una noche, un niño llamado Tomás se encontraba solo en su casa mientras sus padres estaban fuera trabajando. De repente, se cortó la luz y todo quedó sumido en la oscuridad más absoluta.

Tomás se asustó muchísimo porque no podía ver nada y sentía ruidos extraños en el silencio de la casa vacía. Pero entonces recordó algo importante: tenía una linterna guardada en el cajón del escritorio.

Tomás fue corriendo hasta el escritorio, sacó la linterna y apretó el botón para encenderla. Y así descubrió que los ruidos extraños no eran más que el sonido del viento moviendo las ramas de los árboles afuera.

Aunque todavía estaba un poco asustado, Tomás se sintió mucho mejor al poder ver lo que había a su alrededor. Y así pasó la noche hasta que sus padres volvieron a casa". Olivia terminó la historia con una sonrisa y luego miró a Federico. "¿Qué te parece?", preguntó ella.

Federico pensó en la historia de Tomás y cómo había enfrentado el miedo a la oscuridad gracias a su linterna. Y entonces recordó que él también tenía una linterna en su mochila.

"Creo que voy a entrar", dijo Federico con una pequeña sonrisa. "Voy a usar mi linterna para no tener miedo". La mamá de Federico abrazó con fuerza al niño mientras Olivia le guiñaba un ojo en señal de complicidad.

Juntos entraron en la casa de la abuela, donde les esperaban galletitas recién horneadas y muchos abrazos cálidos. Desde ese día, Federico aprendió que siempre hay algo que puede ayudarnos cuando tenemos miedo.

Ya sea una linterna, un amigo o simplemente nuestra propia valentía, siempre podemos encontrar el camino hacia adelante si nos animamos a intentarlo.

FIN.

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