Felicy y su viaje hacia la inclusión



Érase una vez una niña llamada Felicy, una pequeña llena de energía, imaginación y curiosidad. Felicy tenía una mente brillante y creativa, pero su inquietud a veces hacía que resultara difícil concentrarse, especialmente en la escuela. A lo largo de los años, fue cambiando de colegios, buscando un lugar donde pudiera brillar.

En su primer colegio, la maestra Marta era muy estricta. Ella no entendía las necesidades de Felicy y a menudo la llamaba la "niña distraída". Felicy luchaba por permanecer en su asiento y prestar atención durante las clases.

"¡Felicy! Por favor, deja de mirar por la ventana y presta atención!" - decía la maestra con un tono serio.

En su siguiente colegio, conoció a la maestra Lucía, quien era un poco más comprensiva pero seguía sintiendo que Felicy no encajaba.

"Tienes que ser más responsable, Felicy. No puedes seguir haciendo lo que te plazca en clase" - le decía.

Pero Felicy se sentía triste porque siempre intentaba hacer lo mejor que podía.

Después de algunos años cambiando de colegio, Felicy llegó a un nuevo lugar, donde encontró un salón de clases colorido, lleno de carteles alegres, dibujos y materiales creativos. La maestra Sofía, quien era inclusiva, la recibió con una enorme sonrisa.

"¡Bienvenida, Felicy!" - exclamó. "Aquí todos somos diferentes y aprendemos a nuestro ritmo. Estoy aquí para ayudarte a brillar."

Felicy sintió una chispa de esperanza. La maestra Sofía no la veía como un problema, sino como una oportunidad. En lugar de presionarla para que se sentara, le ofreció un espacio donde podía moverse y canalizar su energía:

"Si necesitas levantarte y hacer un poco de movimiento en medio de la clase, ¡está bien! Lo importante es que aprendas y te sientas cómoda" - explicó.

Poco a poco, Felicy comenzó a brillar. Participaba en las actividades con entusiasmo y usaba su imaginación para crear historias en los proyectos de clase.

"¡Amo dibujar y contar historias! ¿Podría hacer un cuento en lugar de un examen?" - preguntó Felicy un día.

"Por supuesto, Felicy. Mientras puedas demostrar lo que aprendiste, puedes elegir el formato que más te guste" - respondió la maestra Sofía, con una sonrisa de aliento.

Sin embargo, no todo fue fácil. Un día, Felicy llegó a clase muy emocionada ya que había creado un dibujo vibrante de un dragón que volaba sobre un arcoíris. Pero se sintió insegura cuando algunos compañeros comenzaron a reírse.

"Eso no se ve como un dragón de verdad" - dijeron.

Felicy se sintió triste y pensó en dejar de compartir sus ideas. Pero la maestra Sofía se dio cuenta de que algo sucedía.

"¿Qué pasó, Felicy?" - le preguntó, dándole un espacio seguro para hablar.

Felicy respiró hondo y le contó lo que había pasado.

"A veces la creatividad no es entendida por todos. Pero eso no significa que no seas talentosa. Tu dibujo es único y especial porque lo hiciste tú. Y eso lo hace valioso" - afirmó Sofía.

Con esas palabras en su corazón, Felicy decidió que seguiría siendo creativa y compartiría sus ideas, sin importar lo que otros dijeran. A medida que pasaba el tiempo, Felicy se volvió una líder en su clase, alentando a sus compañeros a explorar su creatividad también.

"¿Quién quiere hacer una historia sobre un unicornio?" - preguntó un día a sus amigos.

"¡Yo!" - gritó uno emocionado, y pronto todos estaban inmersos en la historia que Felicy había iniciado.

El año escolar transcurrió de manera especial. Felicy aprendió sobre aceptación, diversidad y cómo cada uno tiene su propio ritmo. La maestra Sofía continuó apoyándola, dándole espacio para que se expresara y explorara su creatividad. Al final del año, todo el salón decidió organizar una pequeña muestra de arte para mostrar lo que habían aprendido en el aula.

"Estoy tan orgullosa de toda la dedicación que cada uno ha puesto. ¡Han sido increíbles!" - exclamó Sofía en la inauguración.

Felicy sonreía ampliamente, sintiendo que había encontrado su lugar en el mundo.

"Gracias, Sofía. Gracias por creer en mí y dejarme ser quien soy" - le dijo, con un brillo especial en sus ojos.

Y así, Felicy, la niña inquieta, siguió con su camino, dispuesta a explorar, crear y, sobre todo, ser feliz.

La historia de Felicy se convirtió en un recordatorio de que cada niño tiene un talento único, y que la inclusión y la empatía pueden hacer maravillas en el aprendizaje y en la vida.

La aventura de Felicy estaba solo al principio, y estaba lista para seguir creando su propio camino lleno de color y emoción.

FIN.

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