Felipa y el Secreto del Paraíso
En un pequeño y colorido pueblo de Argentina, vivía una joven llamada Felipa, que era la sobrina de la bondadosa Elizarda. Felipa era una chica curiosa, con una sonrisa que iluminaba cualquier lugar. Sin embargo, su vida se volvió un poco más complicada cuando el Párroco de la zona, don Ramón, comenzó a mostrar un interés poco habitual por ella.
Don Ramón, aunque siempre había sido un buen hombre, empezó a proteger a Felipa de todos los peligros del mundo, incluso de sus propias decisiones. A menudo la seguía cuando ella iba al mercado o a la plaza a jugar con otros niños.
"- Felipa, ten cuidado al jugar cerca de la fuente, no quiero que te lastimes!" decía don Ramón, con una mirada muy seria.
"- Pero, Párroco, soy cuidadosa y tengo cuidado " respondía Felipa, un poco molesta.
A pesar de su sobreprotección, Felipa conoció a un joven llamado Pascual. Era un chico simpático, lleno de energía, que siempre le hizo reír y olvidarse de los riesgos. Ella se sentía libre con él, como si pudiera volar.
Un día, mientras jugaban a las escondidas en el bosque cercano al pueblo, Pascual le confesó su cariño. "- A veces creo que el cielo se muestra más azul cuando estoy contigo, Felipa " dijo Pascual con una sonrisa traviesa.
Felipa sonrojó, pero sonrió y le respondió: "- A mí me pasa lo mismo, Pascual. Eres como un rayo de sol en mi vida ". Desde ese momento, comenzaron a tener encuentros secretos en el bosque, donde compartían risas, sueños y promesas.
Sin embargo, un día, mientras Felipa y Pascual charlaban cerca de un arroyo, don Ramón se apareció de repente, escuchando risas. Su rostro se tornó pálido al ver a Felipa cerca de Pascual.
"- ¡¿Felipa? !" exclamó el Párroco, tomando un profundo respiro para calmarse. "- ¿Qué estás haciendo aquí?".
Felipa sintió que su corazón latía como si fuera un tambor. "- Estábamos jugando, Párroco " contestó, sintiendo que no había forma de ocultar lo que sentía por Pascual.
Don Ramón se cruzó de brazos y miró a Pascual con desconfianza. "- No creo que esto sea apropiado. Debemos hablar, Felipa ".
Las palabras de don Ramón pesaron sobre Felipa como una nube oscura. Luego de unos minutos, decidió que era el momento de ser honesta.
"- Párroco, yo... " comenzó a decir, y su voz temblaba. "- Yo me siento bien con Pascual. Me hace sonreír y me entiende ".
Don Ramón quedó en silencio por un momento, incapaz de procesar lo que había oído. Finalmente, se acercó y le dijo, "- Felipa, entiendo que querés explorar tus sentimientos, pero debes hacerlo de forma segura y respetuosa. "
"- Pero no quiero perder lo que tengo con Pascual. " dijo Felipa con determinación.
"- No estoy aquí para alejar a tus amigos, sino para protegerte " aseguró don Ramón. "- Lo mejor que podés hacer es hablar con él y ser honesta. Humana, también puede ser un bonito proceso. ".
Felipa decidió compartir sus sentimientos, tanto con Pascual como con el Párroco. Al día siguiente, se reunió con Pascual y le dijo lo que había estado sintiendo.
"- Pascual, yo... creo que quiero seguir viendo cómo esto puede crecer entre nosotros. Pero necesito ser honesta con don Ramón... ".
"- ¡Felipa!" dijo Pascual, emocionado y un poco nervioso. "- Estoy aquí para lo que necesites. Estoy contigo. ".
Así, Felipa y Pascual se dirigieron a hablar con don Ramón, y juntos, hablaron de amistad, respeto y los límites de la adolescencia. Don Ramón los escuchó atentamente y, al final, sonrió.
"- Quizás abrirte al mundo y a tus sentimientos no sea tan malo después de todo... siempre que haya amor y respeto ".
Desde entonces, Felipa tuvo más libertad para vivir su niñez, pero siempre recordando la importancia de ser honesta y de hablar sobre sus sentimientos.
FIN.