Felipe y su Jardín Mágico



Felipe era un niño que tenía un jardín mágico donde vivían su perro, Roco, y su gato, Mía. Un día, mientras jugaban entre las flores y los árboles frutales, Roco dijo:

"Felipe, este jardín es muy especial, ¡podemos hacer lo que queramos!"

"Sí, Roco! Pero siempre debemos respetar a las plantas y a los animales que viven aquí", respondió Felipe llenándose de emoción.

Un soleado sábado, Felipe y sus amigos decidieron hacer una fiesta de cumpleaños para las abejas, ya que siempre se acercaban a las flores de la abuela. Todos los días, las abejas hacían un trabajo importante polinizando las plantas, y Felipe quería agradecerles por su esfuerzo.

"Vamos a hacer un pastel de flores!", propuso Mía de manera muy creativa.

"¿Un pastel de flores?" preguntó Roco con curiosidad, "¿eso se puede comer?"

"No, Roco, pero las flores son hermosas y las abejas las adorarán", dijo Mía.

Así que comenzaron a recoger flores de diferentes colores: girasoles, margaritas y hasta alguna que otra rosa. Pero mientras estaban en su tarea, Felipe notó que unas hojas de su planta de tomate se estaban poniendo amarillas.

"¡Miren! Mis tomates están mal", exclamó preocupado.

"Podemos ayudar", dijo Roco. "Tal vez necesiten un poco de agua y cariño."

"¡Sí! Además, las abejas necesitarán su lugar para vivir felices y sanas", agregó Mía.

Felipe decidió que, antes de seguir con los preparativos de la fiesta, debían cuidar su jardín. Juntos, regaron las plantas, quitaron las malas hierbas, y hasta cuidaron de las pequeñas mariquitas que habían encontrado.

Después de un buen rato de esfuerzo, el jardín volvió a lucir hermoso. Ahora sí, sin distracciones, comenzaron a preparar el pastel de flores, decorándolo con todo lo que habían juntado. Cuando todo estuvo listo, Felipe apagó un par de velitas y, entre risas y canciones, invitaron a las abejas.

De repente, una nube de abejas se acercó, eufóricas por el aroma de las flores y la buena energía de la fiesta. Las abejas comenzaron a revolotear alrededor de Felipe, Roco y Mía, haciéndoles pequeños círculos en el aire.

"¡Las abejas están felices!" gritó Felipe mientras reía.

"¡Mirá! ¡Nos agradecen por la fiesta!", respondió Roco mientras trataba de atrapar una abeja con su pata.

"¡Cuidado, Roco! No les hagas daño. Ellas son nuestras amigas", dijo Mía con un guiño.

Felipe se sintió muy satisfecho por su trabajo y las risas que compartieron. La fiesta siguió y pronto se hicieron amigos de las abejas. A tal punto, que se dio cuenta de que su jardín era más que solo flores y plantas, era un hogar para muchos seres vivos.

A medida que avanzaba el día, un gran y fuerte viento comenzó a soplar. Las flores empezaron a caerse y el cielo se nubló. Felipe, Roco y Mía miraron alarmados.

"¿Qué hacemos, Felipe?", preguntó Roco viendo cómo el viento arrancaba las flores.

"Debemos proteger nuestro jardín y a las abejas", contestó Felipe decidido.

Felipe corrió hacia el cobertizo y trajo cintas y trozos de tela, comenzando a amarrarlos entre las plantas más frágiles para protegerlas del viento.

"¡Yo te ayudo!", dijo Roco mientras corría de un lado a otro.

"¡Y yo también!", agregó Mía mientras cazaba algunas abejas que habían quedado afuera al desproteger su hogar.

Con mucho esfuerzo y trabajo en equipo, lograron resguardar la mayoría de las flores. El viento sopló fuerte, pero el jardín se mantuvo a salvo. Finalmente, la tormenta pasó, y luego salió el sol, brillando más radiante que nunca.

"¡Lo logramos!" gritó Felipe con alegría mientras bailaba en el jardín victorioso.

"¡Es nuestro jardín!", exclamó Roco mientras movía su cola.

"Y las abejas están aquí con nosotros, ¡son parte de nuestra familia!", dijo Mía.

A partir de ese día, Felipe, Roco y Mía cuidaron juntos de su jardín mágico, aprendiendo siempre a respetar la naturaleza y trabajando juntos como un gran equipo. Y aunque nunca olvidaron el día de la fiesta, el verdadero regalo fue el cariño que se dieron entre ellos y el amor por su hogar verde lleno de vida.

Así, el jardín no solo floreció, sino que también los puso en contacto con la maravilla de la naturaleza que los rodeaba, recordándoles cada día que ser responsables y cuidar de nuestro entorno es lo mejor que podemos hacer para quienes nos rodean.

FIN.

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