Felipes Fantastic Friends
Había una vez un bebé llamado Felipe, que era muy especial. Tenía unas mejillas tan redonditas y cachetonas que todos querían apretarlas. Sus ojos eran grandes y brillantes, como dos luceros en el cielo.
Y lo más sorprendente de todo, ¡ya decía su primera palabra: —"ajo" ! Felipe vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y animales encantadores. A pesar de ser tan pequeñito, siempre estaba lleno de alegría y curiosidad por descubrir el mundo.
Un día soleado, mientras Felipe jugaba en el jardín con sus juguetes favoritos, escuchó un ruido extraño proveniente del bosque cercano. Curioso como siempre, decidió ir a investigar qué podía ser.
Al llegar al bosque, se encontró con una ardilla traviesa llamada Ramiro. "-Hola Felipe", saludó la ardilla saltando de rama en rama. "-¡Hola Ramiro! ¿Qué estás haciendo?", preguntó Felipe emocionado. "-Estoy buscando mi nuez favorita para comerla", respondió Ramiro.
Felipe se acercó a ayudar a su nuevo amigo a encontrar la nuez perdida. Juntos buscaron debajo de las hojas secas y entre los árboles altos hasta que finalmente encontraron la preciada nuez escondida detrás de una roca. "-¡Lo logramos!", exclamaron ambos amigos al unísono.
Felipe regresó a casa contento pero cansado por la aventura del día. Mientras su mamá lo alimentaba con su biberón antes de dormir, notó algo raro en su boca. "-¡Ajo!", dijo Felipe señalando su pequeña lengua.
Su mamá se sorprendió y comenzó a reírse. "-¡Oh, Felipe! Eres un bebé muy especial, ya sabes decir —"ajo" . Pero recuerda que también hay muchas otras palabras por aprender". Felipe sonrió y asintió con la cabeza.
Sabía que había mucho más por descubrir y aprender en el mundo. Los días pasaron y Felipe continuó explorando junto a sus amigos del bosque.
Conoció a una mariposa llamada Violeta, aprendió sobre los diferentes colores de las flores gracias al conejito Saltarín y hasta se hizo amigo de un sapo cantor llamado Querubín. Cada día era una nueva aventura para Felipe, lleno de risas, juegos y aprendizaje. A medida que crecía, sus habilidades lingüísticas también se desarrollaban.
Pronto pudo decir "mamá", "papá" y muchas otras palabras más. Un día de otoño, mientras jugaba en el parque del pueblo con sus amigos humanos, Felipe vio a un niño llorando solo en un banco.
Se acercó corriendo para ver qué le pasaba. "-¿Qué te pasa? ¿Por qué estás triste?", preguntó preocupado. El niño levantó la cabeza sorprendido al escuchar la voz de un bebé hablando con él.
"-Me siento solo porque todos mis amigos están ocupados", respondió el niño sollozando. Felipe pensó rápidamente cómo ayudar a su nuevo amigo. Recordó todas las cosas divertidas que había hecho con sus amigos animales e imaginó cómo podría hacer sentir mejor al niño.
"-Ven conmigo", le dijo Felipe, extendiendo su manito. El niño aceptó la invitación y juntos se dirigieron al bosque. Allí encontraron a Ramiro, Violeta, Saltarín y Querubín esperándolos con una gran sonrisa en sus rostros.
Todos ellos habían decidido ayudar a Felipe a hacer nuevos amigos humanos. A partir de ese día, el parque del pueblo se convirtió en un lugar lleno de risas y juegos para todos los niños.
Felipe había enseñado a todos que no importaba cuán pequeños o diferentes fueran, siempre podían encontrar una manera de conectarse y hacerse amigos.
Y así, cada vez que alguien decía —"ajo" en el pueblo, recordaban la historia de Felipe y cómo había logrado unir a todas las personas y animales del lugar en una gran familia llena de amor y amistad.
FIN.