Fermín y Lola, amigos inseparables
Fermín era un bebé muy curioso y activo, siempre quería explorar su entorno. Un día, descubrió que podía moverse por sí solo gateando.
Al principio, le costaba un poco de trabajo coordinar sus movimientos, pero poco a poco fue mejorando. Un día, mientras gateaba por la casa, se encontró con Lola, su gata. Lola era una gata muy cariñosa y paciente. Al ver a Fermín gateando hacia ella, se acercó lentamente y lo olfateó con curiosidad.
Fermín sonrió al ver que Lola no le tenía miedo y empezó a tocar su pelaje suave. A partir de ese momento, Fermín y Lola se convirtieron en amigos inseparables.
- ¡Hola Lola! -dijo Fermín cada vez que la veía. - Miau -respondió Lola ronroneando. Lola seguía a Fermín por toda la casa mientras él gateaba detrás de ella.
Juntos exploraban cada rincón: debajo de las camas, detrás del sofá e incluso en el jardín cuando hacía buen tiempo. Pero un día ocurrió algo inesperado. Fermín estaba jugando con sus juguetes favoritos cuando uno de ellos rodó debajo del sofá. Sin pensarlo dos veces, Fermín se arrastró bajo el sofá para recuperarlo.
De repente escuchó un fuerte maullido: era Lola atrapada entre los muebles del salón ¡y no podía salir! Fermín intentaba sacarla pero no podía hacerlo solo así que decidió pedir ayuda:- ¡Mamá! ¡Papá! -gritó Fermín-.
¡Lola está atrapada bajo el sofá! Sus padres corrieron a ayudarlo y juntos lograron sacar a Lola sana y salva. Desde ese día, Fermín aprendió que siempre debía pedir ayuda cuando necesitaba resolver un problema. Con el tiempo, Fermín empezó a caminar y correr por la casa.
Pero nunca olvidaría su amistad con Lola, quien lo había acompañado en sus primeros pasos de vida.
Y así fue como Fermín aprendió una valiosa lección: que las amistades pueden surgir en los lugares más inesperados y que siempre es importante estar ahí para ayudar a los demás.
FIN.