Fernando y la Llama de la Justicia
Era un día caluroso de 1910 en un pequeño pueblo de Morelos, México. Los campesinos trabajaban duro en el campo, mientras Fernando, un niño de apenas 12 años, escuchaba historias sobre la injusticia que sufrían los hombres y mujeres de su tierra. Una tarde, con el corazón lleno de valor, Fernando se aventuró a la plaza del pueblo donde escuchó a un hombre hablando con pasión sobre la libertad y la lucha por los derechos de los campesinos. Era Emiliano Zapata.
"¡Es hora de levantarnos! ¡Por la tierra y por la libertad!" - decía Zapata entusiasmado. El pequeño Fernando sintió que esa era la causa por la que siempre había soñado luchar.
Con determinación, Fernando se unió al ejército de Zapata. Desde entonces, su vida cambió. Aprendió a montar a caballo, a usar un rifle y, sobre todo, a pelear por lo que creía.
La batalla del pueblo de Cuautla en 1915 fue un gran desafío. Fernando, ya convertido en un joven de 17 años y capitán de su propia tropa, manejaba la estrategia con inteligencia y valentía. En medio del caos de la batalla, se escuchó una explosión ensordecedora.
"¡Cuidado!" - gritó uno de sus amigos, José. Pero ya era tarde. Fernando fue alcanzado por el estruendo y cayó al suelo, completamente aturdido.
A pesar de sus heridas, Fernando se recuperó rápidamente y continuó luchando, apoyado por sus compañeros y guiado por la memoria de su líder, Zapata. Sin embargo, el camino estaba lleno de obstáculos. En 1919, la guerra estaba en sus momentos más intensos y trágicos.
En la mañana de una batalla crucial, Fernando se enteró de que Zapata había sido asesinado.
"No puede ser..." - murmuró, con lágrimas en sus ojos. Pero en lugar de rendirse, recordó las palabras de su querido líder: "¡La lucha por la justicia nunca termina!"
A pesar de su tristeza, Fernando reunió a sus hombres y les dijo:
"Amigos, hoy luchamos no solo por nosotros, sino por el legado de nuestro líder. ¡Honremos su memoria!"
Los soldados, inspirados, se unieron a él. La batalla fue feroz, pero Fernando mostró valentía y liderazgo. Cada vez que parecía que se rendirían, su inquebrantable valentía los inspiraba a seguir adelante.
Mientras el sol comenzaba a ocultarse, Fernando observó cómo el viento levantaba polvo del suelo. Se dio cuenta de que la tierra por la que estaban luchando era más que solo un pedazo de suelo; era el hogar, el sustento, y la promesa de un futuro mejor.
Finalmente, aunque su camino estuvo lleno de dificultades y pérdidas, Fernando supo que las palabras de Zapata resonaban más fuerte que nunca en su corazón.
"La tierra es de quien la trabaja" - se recordó a sí mismo. Con su espíritu renovado, seguía adelante, convencido de que su lucha significaba esperanza para las futuras generaciones.
Y así, Fernando se convirtió en un símbolo de perseverancia, un héroe no solo de la revolución, sino de todo aquel que sueña con un mundo justo y equitativo. Aunque enfrentó grandes desafíos, nunca se rindió. Su historia se contaría de generación en generación, inspirando a los niños de su pueblo a luchar por sus sueños y a nunca dejar de creer que ¡las cosas pueden cambiar para mejor!
Los años pasaron, pero la llama de la justicia que Fernando encendió con su valentía nunca se extinguió.
FIN.