Fernando y la montaña misteriosa



En un tiempo muy lejano, en un mundo lleno de dinosaurios de todos los tamaños y colores, vivía un amable brontosaurio llamado Fernando. Aunque Fernando era el más alto de todos, tenía un pequeño gran secreto: ¡le tenía mucho miedo a las alturas!

Un día, mientras paseaba por la llanura, escuchó rumores sobre una montaña misteriosa en el horizonte, que se decía estaba llena de tesoros y maravillas. Los animales de la zona hablaban de la montaña como si fuera un lugar mágico, y Fernando, siendo un curioso explorador, no pudo resistir la tentación de aventurarse hacia ella.

"¡Voy a explorar la montaña misteriosa!" - se dijo a sí mismo, llenándose de emoción. Un grupo de amigos, entre ellos su amiga la pequeña pterodáctilo Pía y el veloz velocirraptor Ramón, decidieron acompañarlo en esta emocionante aventura.

El grupo comenzó su travesía al amanecer, llenos de entusiasmo. Mientras avanzaban, Fernando intentaba mantenerse positivo. Sin embargo, cada vez que pasaban cerca de un acantilado o una ladera empinada, sentía que su corazón latía más rápido.

"Fernando, ¿por qué estás tan callado?" - le preguntó Pía, volando cerca de él.

"Es que... uh, extraño a mi casa, eso es todo" - respondió Fernando, tratando de ocultar su miedo.

Después de horas de caminata, llegaron a la base de la montaña. Era aún más imponente de lo que habían imaginado. La cima se perdía entre las nubes, y eso hizo que Fernando se sintiera un poco mareado.

"No hay manera de que subamos allí, es demasiado alto" - dijo Fernando, mirando hacia arriba, con su voz temblorosa.

"Pero imaginate los vistas desde la cima, Fernando. ¡Podrás ver todo el paisaje!" - animó Ramón.

"Sí, pero ¿y si me caigo?" - respondía Fernando, llenándose de inseguridades.

Mientras discutían qué hacer, encontraron a un viejo estegosaurio llamado Tío Esteban, que estaba buscando unas flores que crecen solo en la cima de la montaña. Tío Esteban vio la determinación en los ojos de Pía y Ramón y se acercó a Fernando.

"¿Qué te preocupa, amigo brontosaurio?" - le preguntó Tío Esteban.

"Tengo miedo de subir. Las alturas me asustan mucho, y solo de pensarlo me da un nudo en el estómago" - confeso Fernando.

"Miedo es algo normal, Fernando. Todos sentimos miedo en algún momento; lo importante es avanzar a pesar de él. ¿Sabías que la vista es más hermosa cuando superas esos temores?" - le explicó con suavidad Esteban.

Fernando reflexionó sobre las palabras de Tío Esteban. "¿Y si intentara subir solo un poco, tal vez me ayudaría a sentirme mejor?" - pensó en voz alta.

Todos asintieron con entusiasmo, y juntos comenzaron a escalar la montaña. A medida que subían, Fernando se concentraba en su respiración y en cada paso que daba. En un punto, sintió que su miedo comenzaba a desvanecerse, especialmente cuando Pía volaba a su lado, animándolo.

"¡Vamos, Fernando! Estamos casi arriba!" - gritaba Ramón con emoción.

"¡Sí! ¡Puedo hacerlo!" - se repetía Fernando, sintiéndose más seguro.

Finalmente, después de mucho esfuerzo, llegaron a la cima. La vista era espectacular; el valle se extendía bajo ellos, lleno de árboles verdes, ríos brillantes y el cielo despejado por encima.

"¡Lo logramos!" - gritó Pía, llenando el aire con su entusiasmo.

"Fernando, mirá lo que lograste!" - dijo Ramón, saltando de alegría.

"¡Gracias, amigos! Nunca pensé que podría hacerlo" - respondió Fernando, deslumbrado por la belleza del paisaje.

En ese momento, Fernando comprendió que aunque las alturas le daban miedo, había encontrado el coraje para enfrentarlas con la ayuda de sus amigos. Se sintió más fuerte y seguro que nunca.

"¡Ahora, vamos a buscar esas flores!" - dijo Tío Esteban, guiando a todos hacia un paraje lleno de gigantescas flores de colores.

Fernando se dio cuenta de que el verdadero tesoro no era solo la vista, sino la amistad y el valor que había descubierto en sí mismo. La experiencia había sido mágica, y cada uno de sus amigos también había aprendido algo valioso.

En el camino de regreso, Fernando no solo llevaba consigo unas hermosas flores como recuerdo, sino también la alegría de haber superado su miedo, y lo más importante, un corazón lleno de confianza y aventuras por venir.

Desde aquel día, Fernando se convirtió en el brontosaurio más valiente de su manada. Siempre que había un nuevo desafío, el miedo nunca volvió a frenarlo; en su lugar, recordaba las palabras de Tío Esteban y el apoyo de sus amigos. Siempre había un nuevo tesoro que explorar, y se aventuraba a descubrirlo con una gran sonrisa en el rostro.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!