Festival de Esperanza



Había una vez en Venezuela, un país lleno de colores y alegría, pero también con muchas dificultades. En este lugar vivían tres amigos: Pedro, María y Juanito. Pedro era un niño muy inteligente y soñador.

Siempre estaba buscando soluciones creativas a los problemas que enfrentaban en su día a día. María era una niña valiente y solidaria, siempre dispuesta a ayudar a los demás. Y Juanito, el más pequeño del grupo, era curioso y aventurero.

Un día, mientras jugaban en el parque, escucharon hablar a sus padres sobre la falta de comida en el país. Esto les preocupó mucho, ya que sabían que había muchas familias pasando hambre.

Decidieron entonces buscar una manera de ayudar a esas personas necesitadas. Se pusieron manos a la obra y comenzaron a recolectar alimentos entre sus vecinos y amigos. Pero se dieron cuenta de que no era suficiente para cubrir todas las necesidades.

Fue entonces cuando Pedro tuvo una idea brillante: "¡Podemos organizar un festival solidario!", exclamó emocionado. Los demás asintieron entusiasmados ante la propuesta. Comenzaron por pedir permiso al alcalde del pueblo para realizar el evento en la plaza principal.

Luego fueron puerta por puerta invitando a todos los vecinos del lugar para participar en el festival. El día del evento llegó y la plaza estaba llena de gente dispuesta a colaborar con esta noble causa.

Había puestos de comida típica venezolana como arepas, empanadas y cachapas; juegos tradicionales como la cuerda o las sillas musicales; e incluso presentaciones de música y danza. La gente disfrutaba del festival mientras aportaban su granito de arena para ayudar a los más necesitados.

Pedro, María y Juanito se sentían felices al ver cómo la solidaridad unía a toda la comunidad. Cuando terminó el festival, los tres amigos contaron todo el dinero recaudado.

Estaban sorprendidos por la cantidad: ¡habían logrado recolectar lo suficiente para comprar alimentos para muchas familias durante varios meses! Con una sonrisa en sus rostros, Pedro, María y Juanito fueron al supermercado a comprar todo lo necesario. Luego se dirigieron hacia las casas de aquellas personas que más lo necesitaban.

Al entregarles los alimentos, vieron lágrimas de alegría en los ojos de esas familias. Saber que habían hecho una diferencia en sus vidas les llenó el corazón de satisfacción.

Desde ese día, Pedro, María y Juanito entendieron que juntos podían hacer grandes cosas por su país. Decidieron seguir organizando festivales solidarios cada año para ayudar a quienes más lo necesitaran.

Y así continuaron viviendo aventuras y aprendiendo lecciones valiosas sobre la importancia de la solidaridad y el trabajo en equipo. En un país con tantos desafíos como Venezuela, ellos demostraron que siempre hay esperanza cuando nos unimos por una causa justa.

FIN.

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