Filippa, la niña de los cuentos



En una pequeña ciudad, donde las flores siempre estaban en plena floración y los ríos brillaban como espejos, vivía una niña llamada Filippa. Era una niña especial, con una risa contagiosa y una curiosidad desbordante. Desde su llegada el 15 de agosto, su familia supo que cada día sería como un cuento nuevo.

Un soleado día de verano, Filippa decidió que era momento de explorar el bosque que quedaba detrás de su casa. Con su gorra de exploradora y su mochila llena de bocadillos, salió cantando hacia la aventura.

- ¡Hoy seré una gran exploradora! - exclamó Filippa.

Mientras caminaba, se encontró con diferentes animales del bosque. Primero, conoció a Leo, el león dormilón.

- ¡Hola! Soy Filippa, la exploradora. - dijo ella con entusiasmo.

- Zzz... ¿Qué? - respondió Leo, despertándose.

- Ven, ven, Leo, ¡te quiero mostrar el mundo! - insistió Filippa.

Pero Leo solo quería seguir durmiendo.

- Pero, Filippa, el mundo puede esperar, ¡soy el rey de la siesta! - ronroneó.

Filippa, decidida a que Leo no se quedara atrás, encontró un plan. Vio que había un grupo de mariposas volando.

- ¡Mirá, Leo! Las mariposas están organizando una fiesta. Si no te apuras, ¡te la vas a perder! - dijo Filippa.

- ¿Una fiesta? - preguntó Leo, levantando la cabeza.

- Sí, y son muy divertidas. ¡Vamos! - invitó Filippa, emocionada.

Leo, intrigado, se levantó y decidió seguirla. Juntos llegaron a un claro donde las mariposas danzaban alrededor de flores de todos los colores.

- ¡Es increíble! - dijo Leo, sin poder contener su alegría.

- ¡Y aún no hemos terminado! - respondió Filippa, con su sonrisa radiante.

De repente, un sonido fuerte interrumpió la diversión: ¡PUM! Un árbol cayó. Filippa se preocupó.

- ¿Qué hacemos, Leo? - preguntó asustada.

- Calma, Filippa. Vamos a socorrer a todos los que puedan haber estado cerca. - dijo Leo, tomando la iniciativa.

Filippa, sin dudarlo, se puso en acción. Juntos buscaron al pequeño conejo que había estado jugando cerca del árbol caído.

- ¡Conejito! ¡Estás bien! - gritó Filippa, al verlo asomando entre las ramas.

- Sí, gracias a ustedes, pensé que estaba atrapado. - dijo el conejo, temblando un poco.

- Vamos, no te preocupes, ven con nosotros. - le ofreció Filippa. El conejo, al escuchar las palabras dulces, se sintió segura.

A medida que la tarde avanzaba, Filippa, Leo y el conejo decidieron regresar a casa. Por el camino, se encontraron con otros animales que habían escuchado el estruendo y estaban preocupados.

- Vamos a hacer una reunión, - sugirió Leo. - Necesitamos ayudar a los que están asustados.

Filippa estuvo de acuerdo. - ¡Sí! Todos juntos somos más fuertes.

Organizaron un lugar de encuentro bajo un viejo roble y allí conversaron sobre lo que habían visto y sentido. Juntos se hicieron promesas de cuidarse los unos a los otros.

- ¡Nunca más nos vamos a separar cuando escuchemos un ruido extraño! - dijo Filippa entusiasmada.

Y así, entre risas y valentía, Filippa y sus amigos aprendieron una valiosa lección sobre la amistad, la solidaridad y la importancia de estar unidos, incluso en los momentos difíciles.

Cuando la tarde se convirtió en noche, Filippa regresó a casa.

- ¿Cómo fue tu día, hija? - le preguntó su mamá.

- ¡Fue una aventura increíble! Conocí muchos amigos y aprendí que siempre juntos es mejor. - respondió Filippa con una gran sonrisa.

Y así, cada día se convirtió en un nuevo cuento, lleno de magia, aprendizaje y amor. Filippa sabía que, aunque era pequeña, su corazón tenía el poder de cambiar el mundo, ¡uno sonrisas a la vez!

FIN.

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