Filósofos en la Ciudad de los Sueños



En la mágica Ciudad de los Sueños, donde cada estrella iluminaba un rincón del cielo, y los árboles susurraban secretos al viento, vivían tres grandes filósofos: Zeno, el Filósofo del Tiempo; Luna, la Filósofa de los Sentidos; y Pipo, el Filósofo de la Imaginación. Cada uno tenía un don especial que enriquecía la vida en la ciudad, pero también un pequeño problema que los distraía de su propósito.

Zeno, siempre preocupado por el paso del tiempo, pasaba horas mirando un reloj muy grande en la plaza central, dejando de lado el disfrute del momento.

"No puedo perder ni un segundo. El tiempo es oro, ¿saben?" - decía Zeno, mientras la gente pasaba a su alrededor, disfrutando de las risas y de los juegos.

Por otro lado, Luna, fascinada por los aromas y sabores de la comida magnífica que servían en la ciudad, estaba tan ocupada decidiendo qué plato probar que no podía concentrarse en escuchar a los demás.

"Es que hay tantas cosas ricas... No sé qué elegir y, mientras tanto, me estoy perdiendo de charlar con ustedes" - insistía Luna, mirando constantemente a los puestos de comidas.

Finalmente, Pipo, que creía que la imaginación podía llevarle a lugares fantásticos, pasaba sus días soñando despierto y creando historias grandiosas, olvidando vivir las aventuras que ocurrían justo enfrente de él.

"Un dragón volador podría llevarnos a un mundo nuevo... ¡Pero claro, no es real!" - expresaba Pipo, mientras sus amigos le pedían que se uniera a ellos en una carrera.

Un buen día, un anciano de sabiduría infinita llegó a la ciudad. Llevaba una larga barba blanca y una túnica de colores vibrantes. Se detuvo en la plaza donde Zeno, Luna y Pipo se encontraban, y levantó su voz melódica.

"Queridos filósofos, veo que cada uno tiene su propio viaje, pero están olvidando algo vital: el verdadero sentido de la vida se encuentra en el equilibrio."

Los tres filósofos se miraron, intrigados. Ellos sabían que cada uno tenía su don, pero también sabían que sus obsesiones les impedían disfrutar del presente.

"¿Qué quieres decir con equilibrio?" - preguntó Zeno, todavía mirando su reloj.

"El tiempo no se detiene, pero eso no significa que no debas disfrutar cada momento. Te invito a que hoy, dejes de mirar tu reloj y juegues con los niños. Por igual, Luna, elige un plato y cuéntale a tu amigo lo que más te gusta de él, y tú, querido Pipo, conviértete en el héroe de esta aventura, en vez de soñar solo con dragones" - explicó el anciano.

De repente, un fuerte viento sopló, y los colores en la ropa del anciano comenzaron a brillar intensamente. Mágicamente, los tres amigos se sintieron motivados por sus consejos. Decidieron experimentar un día juntos.

Primero, Zeno se unió a un grupo de niños que jugaban a las escondidas en el parque. Se dio cuenta de que la risa y el juego eran mucho más valiosos que mirar el tiempo pasar.

Mientras tanto, Luna eligió una tarta de fresas y se sentó con sus amigos en un banco, compartiendo no solo la deliciosa comida, sino también historias que la llenaron de alegría.

Por último, Pipo decidió contar una historia improvisada sobre un dragón que ayudaba a los niños de la ciudad a crecer cada día un poco más. Su cuento fue tan divertido que todos empezaron a imaginar sus propias aventuras también, y juntos, crearon una historia única.

Cuando terminaron su día en la plaza, los tres amigos se dieron cuenta de lo mucho que habían disfrutado al dejar de lado sus dificultades.

"¡Qué increíble es vivir el momento!" - exclamó Zeno, sin mirar su reloj por primera vez.

"Y compartir con amigos hace todo aún más rico" - añadió Luna, con una sonrisa brillante en su rostro.

"¡Hagamos esto más seguido! La imaginación también puede vivir aquí, en el presente" - comentó Pipo, emocionado por el nuevo panorama.

Le agradecieron al anciano, pero descubrieron que al mirar hacia donde estaba, ya se había marchado, dejándolos con una inolvidable lección en la mente y en el corazón. Desde aquel día, los tres filósofos aprendieron a vivir en equilibrio, alegrando la Ciudad de los Sueños con un nuevo brillo en sus ojos. Y así, cada día, exploraron el tiempo, los sentidos y la imaginación, juntos.

Y así, la Ciudad de los Sueños siguió iluminada por el rayo de sus nuevas enseñanzas, uniendo a todos los que habitaban en ella.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!