Flora Puerto Rico y el Jardín de Colores



En la pequeña isla de Puerto Rico, donde la brisa siempre trae el aroma de las flores, vivía una niña llamada Flora. Flora amaba la naturaleza; pasaba sus días explorando la selva y aprendiendo acerca de las plantas. Tenía un sueño: crear un jardín que mostrara la belleza de todas las flores de la isla.

Un día, mientras recorría el bosque, Flora escuchó un susurro suave que provenía de entre los árboles.

"¿Quién está ahí?" - preguntó Flora, intrigada.

Delante de ella apareció una pequeña mariposa de colores brillantes.

"Soy Lila, la mariposa. He estado observándote, Flora. Tienes un gran amor por las flores." - dijo Lila con una voz melodiosa.

"Sí, me encantaría tener un jardín lleno de flores de Puerto Rico, pero no sé por dónde empezar." - contestó Flora, un poco triste.

"Puedo ayudarte. Pero tendrás que aprender sobre las flores, sus necesidades y cómo cuidarlas." - propuso Lila.

Flora, con una gran sonrisa, aceptó. Desde ese día, Lila se convirtió en su guía. Juntas exploraron la isla, recogiendo semillas y aprendiendo sobre diferentes especies de flores: las vibrantes orquídeas, las resistentes ixoras y las delicadas hibiscus. Flora anotaba todo en un cuaderno que su abuela le había regalado.

Un día, mientras estaban en el mercado local, Flora escuchó una conversación:

"El jardín de la comunidad ha perdido su esplendor. Nadie quiere cuidarlo..." - comentó un anciano.

Flora se sintió triste al oír eso. Pensó en todas las flores que había visto y en cómo podrían llenar de color el jardín comunitario.

"¡Lila! ¡Debemos ayudar!" - exclamó Flora.

"¡Vamos a hacerlo!" - respondió Lila emocionada.

Flora y Lila reunieron a sus amigos del barrio. Les contaron sobre su sueño y cómo podían trabajar juntos para revivir el jardín. Al principio, algunos niños dudaron.

"No sé nada de flores..." - dijo Tomás, un poco inseguro.

"¡No importa! Todos podemos aprender. Y juntos será más divertido!" - animó Flora.

Así, el grupo se congregó cada tarde después de la escuela. Flora enseñó lo que había aprendido de Lila: cómo plantar, regar y cuidar de cada tipo de flor.

Una semana después, el grupo de niños se dio cuenta de que ya habían plantado muchas flores. Pero un día, llegó una fuerte tormenta que arrastró casi todo lo que habían trabajado.

"¡No! Miren todo lo que perdimos..." - se lamentó Sofía, una de las amigas de Flora.

"No podemos rendirnos. Debemos volver a plantar y cuidar de nuestro jardín. Aprendimos muchas cosas y ahora tenemos más experiencia." - dijo Flora, con voz decidida.

Todos comenzaron a entonar el canto que habían aprendido con Lila, asegurando que juntos podían superar cualquier obstáculo. Regresaron al jardín, y con ánimo, empezaron de nuevo.

Con el paso del tiempo, el jardín floreció más bello que nunca. Ahora era un lugar de encuentro para todos en la comunidad. Cada niño contribuyó con su talento: algunos pintaron señales coloridas que mostraban los nombres de las flores, otros organizaban picnics.

Un día, se realizó una fiesta de inauguración para celebrar el jardín. Flora, rodeada de sus amigos y familia, se sintió orgullosa.

"¡Miren lo que hemos logrado juntos!" - exclamó Flora con el corazón lleno de alegría.

Lila apareció, revoloteando entre las flores.

"Ustedes son un gran equipo. La naturaleza florece cuando hay amor y unión." - dijo Lila.

Flora sonrió, entendiendo que su sueño no solo era tener un hermoso jardín, sino también haber creado un lazo fuerte entre amigos y su comunidad.

Desde aquel día, Flora siguió cuidando del jardín, mientras compartía su amor por las flores con todos los que lo visitaban. Y en cada color, florecía una historia que unía a cada quien con la tierra que pisaban.

Y así, Flora no solo tenía un jardín de colores, sino también la certeza de que, con esfuerzo y amigos a su lado, todo sueño se puede convertir en realidad.

FIN.

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