Florencia y el Jardín de Amistad
Había una vez una niña llamada Florencia, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Florencia tenía una sonrisa brillante que iluminaba su rostro, y su risa contagiosa llenaba el aire cada vez que jugaba con sus amigas en el parque.
Un día, mientras exploraban el bosque cercano, Florencia y sus amigas encontraron un hermoso jardín lleno de flores de colores vibrantes. Las flores parecían bailar con el viento, y su aroma era simplemente irresistible.
"¡Mirá, Flor! ¡Es como un cuento de hadas!" - exclamó Sofía, una de sus amigas, con los ojos desbordantes de asombro.
"Sí, ¡es mágico! Deberíamos cuidarlo y hacer que crezca aún más!" - dijo Clara, con entusiasmo.
Las niñas decidieron hacer del jardín su lugar especial, donde cada tarde se reunían para jugar, contar historias y soñar. Poco a poco, el jardín se convirtió en un refugio de alegría y amistad. Sin embargo, un día, se dieron cuenta de que las flores comenzaban a marchitarse.
"¿Qué les habrá pasado a las flores?" - preguntó Florencia, preocupada.
"Quizás no las estamos cuidando lo suficiente. Necesitan agua y amor" - sugirió Valentina.
Las amigas decidieron hacer un plan. Empezaron a regar las flores todos los días y a cuidar el jardín con mucho esmero. Un día, mientras estaban en el jardín, conocieron a un anciano que pasaba cerca.
"¿Qué les trae a este hermoso lugar?" - preguntó el anciano, sonriendo.
"Estamos cuidando este jardín mágico, pero parece que las flores se están marchitando" - explicó Florencia.
"Es un lugar especial. Pero todo lo bello necesita atención y cariño. No solo agua, también necesitan que les hablen y las cuiden con amor" - dijo el anciano, dándole una lección importante a las niñas.
Intrigadas, Florencia y sus amigas decidieron hablarles a las flores. Cada día, les contaban historias, les recitaban poemas y les prometían cuidar de ellas con amor. Después de algunos días, las flores comenzaron a florecer nuevamente, más hermosas que nunca.
"Miren, ¡están volviendo a crecer!" - exclamó Sofía.
"Sí, ¡lo logramos!" - gritó Clara, saltando de alegría.
Con el tiempo, el jardín se llenó de colores y risas. Se convirtió en un espacio donde no solo las flores crecían, sino que también la amistad entre las niñas se fortalecía. Decidieron entonces invitar a otros niños del pueblo a visitarlo y aprender sobre la importancia de cuidar la naturaleza.
"¡Hoy haremos una fiesta!" - propuso Valentina.
"¡Sí! Y enseñaremos a todos cómo cuidar de nuestro jardín!" - añadió Florencia.
La fiesta fue un éxito. Los niños disfrutaron de juegos, música y aprendieron sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y las cosas bellas que nos rodean. Desde aquel día, el jardín se convirtió en un símbolo de amistad y cuidado en el pueblo.
Así, Florencia y sus amigas nunca olvidaron la lección que aprendieron aquel día: el amor y la atención son las claves para hacer florecer no solo un jardín, sino también la amistad entre todos. Y cada vez que veían las hermosas flores danzar con la brisa, recordaban que, así como las flores, su amistad continuaría cosechando frutos mientras se cuidasen con cariño y respeto.
FIN.