Fortaleciendo el Cuerpo y el Espíritu
Era una mañana brillante y soleada cuando decidí que era el momento perfecto para ir al parque a hacer un poco de actividad física. Tenía un gran objetivo en mente: quería mejorar mi resistencia para el próximo torneo de atletismo de la escuela. Así que, con una sonrisa en el rostro y mis zapatillas de correr, salí de casa.
Al llegar al parque, el aroma fresco de la hierba recién cortada me hizo sonreír. Había un montón de niños jugando, pero yo me dirigí directamente hacia el camino que rodeaba el parque.
"¡Vamos, que tengo que entrenar!" me dije a mí mismo, mientras comenzaba a trotar levemente.
A medida que corría, vi a mi amigo Lucas, quien hacía ejercicios cerca de un área de juegos. Se estaba estirando antes de comenzar su entrenamiento de fútbol.
"¡Che, Lucas!" lo saludé. "¡Voy a correr un poco, después te alcanzo!"
"Ok, dale! No te olvides de calentar bien. ¡No te me lesiones!" me gritó con una sonrisa.
Seguí corriendo, sintiendo el viento en mi cara. Después de un rato, decidí hacer una pausa para hidratarme, así que me senté en una banca. Miré a mi alrededor y vi a varios niños jugando a la pelota, otros montando bicicletas y algunos más haciendo gimnasia. Pero, mientras descansaba, escuché un llanto suave que venía de un poco más allá.
Me acerqué y encontré a una chica de mi edad, llamada Sofía, sentada en el suelo con la cabeza entre las manos.
"¿Estás bien?" le pregunté.
"No, me caí de mi patineta y me duele mucho la rodilla" respondió, entre lágrimas.
"No te preocupes, yo puedo ayudarte. ¿Te gustaría que te lleve al banco?"
"No sé... no quiero ser una carga" dijo con voz tímida.
"No, para nada. Todos necesitamos ayuda a veces. ¡Ven!" La animé, extendiéndole la mano.
Con un poco de esfuerzo, logré que Sofía se levantara y, lentamente, la llevé a la banca. Allí, me di cuenta de que tenía una pequeña cortadura en su rodilla, así que saqué un par de vendajes que siempre llevaba en mi mochila por si acaso.
"Aquí tienes, Sofía. ¡Esto te ayudará!"
"¡Gracias! No esperaba que alguien me ayudara" dijo, sonriendo tímidamente.
"Es lo mínimo que puedo hacer. La próxima vez que salgas a patinar ten más cuidado, ¿sí?"
"Prometido. ¿Te gustaría que entrenemos juntos?"
Su propuesta me sorprendió, pero acepté de inmediato. Así, comenzamos a trotar juntos alrededor del parque. Sofía estaba un poco renuente al principio, pero poco a poco comenzó a disfrutar y a reírse.
"¿Sabías que correr ayuda a liberar endorfinas y te hace sentir feliz?" me dijo.
"No tenía idea. Entonces, cada vez que sudamos un poco, estamos también haciendo algo bueno para nuestra mente" contesté.
Después de un rato, decidimos parar y hacer algunos ejercicios de estiramiento. Era impresionante cómo al compartir nuestro tiempo, la tarde se volvió más divertida y llevadera. Hicimos carreras en los escalones, saltos, y hasta competimos en hacer el mayor número de abdominales.
La diversión nos llevó a perder la noción del tiempo. De repente, escuché que la voz de Lucas resonaba en el aire.
"¡Chicos, vengan!" nos gritó.
Corrimos hacia él, quien había montado una pequeña carrera improvisada entre sus amigos.
"¿Quieren competir? A ver quién corre más rápido desde aquí hasta el árbol" explicó Lucas con entusiasmo.
"¡Dale!" respondimos al unísono, llenos de energía.
Nos alineamos y conté: "¡Tres, dos, uno! ¡Ya!" y salimos disparados hacia el árbol. La carrera fue emocionante; podía sentir cómo el suelo vibraba bajo mis pies. Al pasar el árbol, nos detuvimos, riendo y respirando con dificultad.
"Esto es genial!" exclamó Sofía, con la sonrisa más amplia que había visto.
"Sí! Deberíamos hacerlo más seguido. Entrenar siempre se vuelve más divertido en compañía" agregó Lucas.
Miré a mis nuevos amigos y comprendí que, además de hacer ejercicio, había ganado amistad y apoyo en este inesperado encuentro. Así que, al final del día, no solo fortalecí mi cuerpo, sino también mi espíritu. Había aprendido que la diversión y el ejercicio se pueden encontrar en cualquier lugar, especialmente con buenos amigos.
Prometimos volver al parque al día siguiente y hacer de nuestra rutina un nuevo ritual. Así comenzó una nueva aventura en el parque, donde el ejercicio, la risa y la compañía harían de cada día una nueva oportunidad para ser más fuertes juntos. ¡Viva la amistad y la actividad física!
FIN.