Fracciones en Fraccionville
En un pequeño pueblo llamado Fraccionville, a todos les encantaba dividir cosas. Sin embargo, había un problema: no sabían sumar o restar sin usar fracciones. Cada vez que querían llevar a cabo una tarea simple, se complicaba la vida.
Un día, los habitantes decidieron organizar una fiesta para celebrar el día de la diversidad. La señora Dálmata, famosa por su torta de chocolate, dijo: "¡Yo traeré una torta muy linda!"- La señora Pera contestó: "¡Perfecto! Yo traeré la bebida, ¿cuánta necesitamos?"- La respuesta, claro, era un lio: "¡No sé! ¿cinco octavos de litro de limonada está bien?"-
Los pequeños del pueblo, que habían estado escuchando, decidieron actuar. Simón, el más atrevido, dijo: "¿Y si hacemos algo diferente?"-
"¿Qué proponés?"- preguntó Lola, su mejor amiga.
"Y si en vez de fracciones, usamos cosas enteras. Si hacemos una torta gigante, ¿alguien se puede oponer a eso?"-
"¡Suena genial!"- gritó Patricio, el divertido.
Así que Simón y sus amigos se fueron a buscar los ingredientes. Pero cuando llegaron al mercado, la primera dificultad apareció.
"Necesitamos tres kilos de harina"- anunció Simón.
"¿y si llevamos tres cuartos de kilo?"- sugirió Lola.
"¡No! ¡Tres kilos enteros!"- replicó Simón.
Lo primero sí; lo segundo no bajo ningún concepto.
Y así, con toda la energía del mundo y su plan en marcha, los chicos fueron a casa de la señora Dálmata para cocinar. Pronto, la casa se llenó de risas, mezclas y un delicioso aroma a chocolate. En un abrir y cerrar de ojos, la torta estaba lista.
"¡Mirala! ¡Es gigante!"- exclamó Patricio.
El gran día de la fiesta llegó, y todos los habitantes del pueblo estaban ansiosos. Cuando Simón se paró en la plaza y gritó: "¡Hoy vamos a comer torta entera!"- los demás se quedaron intrigados.
"¿Entendés? ¡Sin fracciones!"- dijo emocionado.
Los habitantes se miraron confundidos, pero uno a uno se acercaron a la torta. Cuando empezó a cortarse, escucharon el crujir del chocolate y las frescas frutas por encima, ¡y las sonrisas empezaron a aparecer! La fiesta fue un éxito. Todos bailaron, cantaron y, lo más importante, ¡comieron!
Al final del día, todos se dieron cuenta de que a veces, para volver a lo simple, solo hay que olvidarse un poco de lo complicado. El pueblo decidió entonces usar fracciones solo en los días que realmente lo necesitaban, y no todas las veces como solían hacerlo.
Y así, Fraccionville se convirtió en un lugar donde las fracciones convivían en armonía con las cantidades enteras, lo que les permitió disfrutar de la vida como nunca antes. Desde entonces, Simón y sus amigos se convirtieron en los héroes del pueblo, recordando a todos que hay más de una forma de hacer las cosas.
FIN.