Francisca y la hoja mágica
Una tarde gris me encontraba jugando en la vereda con mi gata, Francisca, cuando de repente una hoja, arrastrada por el viento, tocó su nariz. Ella dio un salto hacia atrás, asustada.
- ¡Vamos, Francisca! No pasa nada - le dije mientras reía un poco por su reacción.
Francisca, con sus grandes ojos verdes, me miró desconcertada.
- ¿Qué es esa cosa? - maulló.
- Es solo una hoja, no te preocupes - le respondí. Pero a ella parecía no convencerle esa explicación.
Decidí acercar la hoja a su patita. Era una hoja de color amarillo brillante en medio de aquel día gris.
- Mirá, es bonita. ¿No la ves? - le dije, y al hacerlo, un viento juguetón sopló nuevamente y la hoja voló unos centímetros delante de nosotros.
Francisca, aunque aún un poco asustada, se acercó lentamente para investigar. La hoja, como si tuviera vida propia, comenzó a moverse de un lado a otro.
- ¡Mirá, parece que está bailando! - le grité emocionado.
La curiosidad de Francisca fue más fuerte que su temor, y poco a poco comenzó a acercarse a la hoja que pronunció un suave susurro.
- ¿Te gustaría venir a jugar conmigo? - preguntó la hoja con una vocecita melodiosa.
- ¿Habla? - se sorprendió Francisca, retrocediendo un poquito.
- No tengas miedo, soy una hoja mágica - contestó mientras realizaba giros en el aire.
- ¡Una hoja mágica! - dije yo con los ojos abiertos como platos.
- Sí, tengo el poder de llevarte a un lugar increíble. ¿Te gustaría venir? - la hoja preguntó mientras revoloteaba a nuestro alrededor.
Francisca, aunque cautelosa, no podía resistir su curiosidad.
- Bueno... ¿dónde nos llevarías? - se animó.
- A un bosque lleno de colores, donde los animales pueden hablar y los árboles cuentan historias - respondió la hoja con entusiasmo.
- ¿Y puedo jugar ahí? - preguntó Francisca.
- ¡Por supuesto! Puedes jugar con los conejos, dar vueltas con las ardillas y escuchar las historias de la gran tortuga Sabia.
- ¡Voy! - exclamó Francisca, ahora completamente emocionada.
Sin pensarlo dos veces, la hoja comenzó a brillar y en un parpadeo, nos encontramos en medio del bosque. Los colores eran tan vibrantes que hizo que Francisca se sintiese como en un sueño.
- ¡Guau! - dijo ella maravillada, mientras corría de un lado a otro, persiguiendo a un grupo de conejitos que saltaban alegremente.
Al poco rato, llegó la tortuga Sabia que, como su nombre lo indicaba, tenía muchas historias que contar.
- ¿Qué les trae por aquí? - preguntó la tortuga con voz profunda y amistosa.
- ¡Estábamos jugando con una hoja mágica! - exclamé, señalando a la hoja que seguía flotando.
- ¡Eso suena muy divertido! - dijo Sabia sonriendo. - ¿Saben, niños? Este bosque está lleno de aprendizajes. Los árboles cuentan sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y los animales enseñan sobre la amistad y el trabajo en equipo.
Entonces, la tortuga nos habló sobre cómo todos debemos cuidar nuestro planeta, recoger la basura y respetar a todos los seres vivos.
- ¡Eso es muy importante! - dijo Francisca. - Me prometo a mí misma ayudar a cuidar nuestro hogar.
Mientras avanzábamos por el bosque, conocimos a un grupo de ardillas que jugaban en los árboles, compartían sus frutos, y nos mostraron la importancia de compartir y colaborar entre amigos.
- ¡Qué genial es jugar juntos! - dijo una ardilla mientras lanzaba una nuez al aire.
- ¡Sí! - respondí. - Jugar en equipo es lo mejor, así todos se divierten más.
Después de un largo rato de juegos y aprendizajes, la hoja mágica nos llevó de regreso a la vereda.
- ¡Gracias, hoja mágica! - gritamos ambos a la vez.
- Recuerden siempre cuidar nuestro mundo y disfrutar de las pequeñas cosas - dijo la hoja mientras se desvanecía en el aire.
Francisca me miró, sus ojos aún brillantes de emoción.
- ¿Viste? ¡No hay que temer a lo desconocido! A veces hay cosas hermosas que nos esperan - me dijo mientras se frotaba contra mis piernas.
- Exactamente, Francisca. Y siempre hay algo nuevo que aprender si nos atrevemos a tener curiosidad - respondí, sonriendo.
Y así, en esa tarde gris, descubrimos que a veces lo más extraordinario puede suceder cuando menos lo esperamos y se puede aprender a través de la aventura y el juego.
Desde ese día, cada vez que pasamos por una hoja que caía, Francisca se acercaba con valentía y curiosidad, recordando los valiosos aprendizajes de aquel mágico bosque.
FIN.