Francisca y su Aventura en las Montañas



Era un hermoso día de primavera cuando Francisca miró por la ventana de su casa y vio el sol brillar con fuerza. Decidió que era el momento perfecto para una aventura. Ella amaba la naturaleza, así que pensó en un viaje a las montañas.

Al llegar a la estación de tren, Francisca se encontró con su amigo Lucas, un niño muy curioso que adoraba explorar lugares nuevos.

"¡Hola, Lucas! ¡Hoy vamos a las montañas!" - dijo Francisca emocionada.

"¡Sí! He escuchado que allí hay un lago muy grande y un bosque lleno de animales. ¡Vamos!" - respondió Lucas, saltando de alegría.

Subieron al tren, y mientras viajaban, miraban por la ventana a los campos y árboles que pasaban. El paisaje era hermoso, lleno de flores de colores y aves que cantaban.

"¿Te imaginas encontrar un tesoro en las montañas?" - preguntó Lucas.

"¡Sí! Podríamos encontrar monedas de oro o joyas brillantes. Pero, también podríamos descubrir algo aún más sorprendente, como una nueva especie de planta o animal" - contestó Francisca, sonriendo.

Finalmente, llegaron a las montañas. Se despidieron del tren y comenzaron a caminar por un sendero florido.

No pasaron mucho tiempo cuando escucharon un ruido extraño en los arbustos. Curiosos, se acercaron.

"¿Qué será?" - preguntó Lucas, con un poco de miedo.

"Solo hay una forma de averiguarlo" - respondió Francisca, tomando un profundo aliento.

De repente, un grupo de ardillas salió corriendo y subió a los árboles. Lucas se rio al verlas.

"¡Ah, eran solo ardillas!" - exclamó.

"¡Mirá qué graciosas!" - dijo Francisca, asombrada.

Continuaron su camino y llegaban al lago que tanto habían deseado ver. Este era inmenso, con el reflejo de las montañas en sus aguas cristalinas.

"¡Guau, es increíble!" - dijo Lucas, maravillado.

"¿Te imaginas cuánto tiempo tardaron en formarse esas montañas?" - añadió Francisca, mientras recogía una piedra brillante del suelo.

Mientras disfrutaban del paisaje, vieron algo moverse entre los juncos. Era un pequeño pato que parecía estar atrapado.

"¡Pobrecito!" - dijo Lucas, preocupado.

"Necesitamos ayudarlo" - dijo Francisca, valiente como siempre.

Se acercaron silenciosamente al pato y, con mucho cuidado, lograron liberarlo de los juncos. El pato, aliviado, graznó y nadó felices en el lago.

"¡Lo hicimos!" - gritó Lucas, saltando de alegría.

"La naturaleza nos lo agradece" - sonrió Francisca, observando al pato nadar feliz.

Después de esta aventura, decidieron hacer un picnic junto al lago. Sacaron sándwiches, frutas y galletitas.

"Este es el mejor día de todos" - dijo Lucas.

"Sí, y hemos aprendido la importancia de ayudar a los animales" - agregó Francisca.

Pasaron la tarde explorando, haciendo figuras con barro y corriendo por el campo. Pero, al caer la tarde, empezaron a escuchar un fuerte viento soplando por las montañas.

"Francisca, creo que debemos volver a casa antes de que anochezca" - dijo Lucas, un poco asustado.

"¡Tenés razón! Vamos, el tren no nos esperará" - respondió Francisca.

Corrieron de regreso al pueblo, riendo y contando historias sobre su día. Mientras tomaban el tren de vuelta, miraron una última vez las montañas, prometiendo que regresarían pronto con nuevas aventuras.

"¿Te gustó nuestro día?" - preguntó Lucas.

"¡Sí! Y mientras viajamos, aprendí que cada pequeña acción cuenta, desde ayudar a un pato hasta cuidar nuestro entorno" - respondió Francisca, con una sonrisa.

Así, Francisca y Lucas volvieron a casa, llenos de historias y lecciones que llevarían en su corazón para siempre. Y desde aquel entonces, cada vez que se encontraban, hablaban de sus planes de volver a las montañas y seguir explorando juntos.

El final de esta historia es solo el principio de sus próximas aventuras.

FIN.

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