Francisco y el Sueño de Jugar Fútbol



Había una vez un niño llamado Francisco. A él le gustaba mucho el deporte, especialmente el fútbol. En el recreo, se sentaba al costado del campo mirando a sus amigos jugar y se decía a sí mismo:

- No puedo jugar porque no sé hacerlo bien.

Aunque su corazón latía fuerte por el deseo de ser parte del juego, su inseguridad lo mantenía al margen. Un día, mientras veía un partido de fútbol por televisión, sintió una chispa de inspiración.

- ¡Eso es, puedo entrenar en casa! , pensó Francisco con determinación.

Empezó a practicar todos los días después de clases. Al principio le costaba controlar el balón, pero con esfuerzo y dedicación fue mejorando. Un día, mientras estaba en el patio de su casa, su vecino, un niño llamado Lucas, lo vio jugando.

- ¡Ey, Francisco! –gritó Lucas–. ¡No lo haces tan mal! ¿Por qué no te venís a jugar con nosotros?

Francisco se sintió halagado, pero todavía dudaba.

- No sé, Lucas. Les podría arruinar el juego.

- Pero si nunca lo intentás, nunca vas a mejorar. ¡Vamos! –insistió Lucas.

Con un empujón de confianza, Francisco se decidió e invitó a Lucas a entrenar juntos. Todos los días, después de la escuela, se encontraban para practicar. A veces, fracasaban, pero siempre se reían.

Una tarde, mientras jugaban, Lucas le dijo:

- ¡Mirá! Podés hacer esto. Vamos a probar un tiro libre.

Francisco se posicionó frente a la pelota. Se concentró y, ¡pum! , la pelota se elevó y dio en el travesaño. Ambos gritaron de emoción.

- ¡Lo hiciste, Francisco! ¡Eres un crack! –exclamó Lucas.

Con cada práctica, Francisco se fue sintiendo más seguro de sí mismo. Pasaron los días y un pequeño torneo de fútbol se organizó en la escuela.

- ¿Vas a jugar? –le preguntó un amigo.

- No estoy seguro…

Pero al recordar lo mucho que había entrenado, decidió inscribirse.

El día del torneo, Francisco se sentía nervioso. Cuando entraron al campo, miró a su alrededor y vio a los otros niños listos para jugar. El árbitro dio la señal y el juego comenzó. Al principio, Francisco quedó un poco paralizado, pero recordó los consejos de Lucas:

- ¡Solo jugá y disfrutá!

Francisco corrió tras la pelota y, gracias a su entrenamiento, logró interceptar el balón.

- ¡Vamos, Francisco, bien! –gritó Lucas desde la línea de banda.

Con confianza, Francisco dribló a uno de los rivales y, por primera vez en un partido, logró hacer un pase largo a Lucas, quien estaba en la otra punta del campo.

- ¡Voy por el gol! –gritó Lucas.

Después de una jugada fantástica, Lucas metió el primer gol del partido. Francisco saltó de alegría y corrió hacia su amigo.

- ¡Lo hicimos! –gritó.

El partido continuó y aunque la competencia fue dura, Francisco jamás había estado tan feliz. Con cada jugada, se dio cuenta de que había aprendido muchas cosas, no solo sobre fútbol, sino también sobre trabajo en equipo y amistad.

Al final del torneo, su equipo quedó en segundo lugar. Aunque no ganaron el primer puesto, Francisco se sintió como un verdadero campeón.

- ¡Buen trabajo, amigo! –le dijo Lucas. –Estamos muy orgullosos de vos.

- Sí, hoy me sentí parte de algo grande –respondió Francisco, sonriendo.

Con el corazón lleno de alegría, se dio cuenta de que la práctica y el esfuerzo valieron la pena. No solo mejoró en el fútbol, sino que también venció sus miedos y ganó amigos. Y así, Francisco aprendió que con determinación y trabajo en equipo, podía lograr cualquier cosa que se propusiera. Y aunque el día de hoy terminó, su pasión por el fútbol apenas comenzaba.

FIN.

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