Fresa y el rescate de Pelusa



Había una vez en un barrio muy colorido y alegre, un niño llamado Fresa. Fresa era conocido por ser muy inteligente y curioso, siempre llevaba puestas sus gafas redondas que le daban un aspecto único.

Un día, mientras jugaba en el parque con su pelota favorita, vio a lo lejos a un perro callejero que parecía perdido y triste. Sin dudarlo, Fresa se acercó al perro y comenzó a acariciarlo con ternura.

El perro, agradecido por la atención de Fresa, empezó a seguirlo a todas partes. "¡Hola amigo animal! ¿Estás perdido? No te preocupes, yo te ayudaré", dijo Fresa con una sonrisa. El perro movió la cola felizmente y siguió a Fresa hasta su casa.

Al llegar, la mamá de Fresa se sorprendió al ver al nuevo amigo de su hijo y decidió adoptarlo. "¡Ohh! ¡Qué lindo perrito! ¿Cómo lo encontraste?", preguntó la mamá de Fresa. "Lo vi en el parque solito y triste.

Quise hacerle compañía", respondió Fresa con alegría. Desde ese día, el perro se convirtió en parte de la familia de Fresa. Lo llamaron Pelusa por su suave pelaje blanco como algodón.

Juntos vivieron muchas aventuras: iban al parque todos los días, jugaban en el jardín e incluso participaron en concursos de disfraces donde ganaron varios premios. Pero un día todo cambió cuando Pelusa desapareció misteriosamente. Fresa estaba muy triste y preocupado por su amigo perdido.

Decidió buscarlo por todo el barrio junto a sus amigos del colegio: Gafitas, una niña muy estudiosa que siempre llevaba grandes anteojos; Chispita, un chico travieso que nunca dejaba de reír; y Pancho, un niño gordito amante de los dulces.

Recorrieron calles y plazas preguntando a todos si habían visto a Pelusa. Llegaron hasta el bosque detrás del parque donde jugaron tantas veces. De repente escucharon un ladrido familiar y corrieron hacia él.

Encontraron a Pelusa atrapado en un pozo profundo. "¡Pelusa! ¡Estás aquí!", exclamó emocionado Fresa mientras lágrimas de felicidad brotaban de sus ojos tras rescatar al perrito. Con la ayuda de todos lograron sacar a Pelusa sano y salvo del pozo.

Desde ese día, valoraron más que nunca la importancia de la amistad verdadera y cómo juntos podían superar cualquier obstáculo que se les presentara.

La historia corrió como reguero de pólvora por todo el barrio y vecinos organizaron una gran fiesta para celebrar el reencuentro entre Fresa y Pelusa. Todos bailaban felices al ritmo de la música mientras compartían risas y abrazos sinceros.

Y así fue como gracias al amor incondicional entre amigos como Fresa, Gafitas, Chispita y Pancho; aprendieron que no hay nada imposible cuando se tiene valentía, solidaridad y cariño en el corazón para enfrentar las adversidades juntos.

FIN.

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