Fresas para la felicidad


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un grupo de niños muy traviesos y curiosos que se divertían juntos todos los días. Entre ellos se encontraban Martín, Sofía, Lucas y Valentina.

Un día soleado, decidieron ir al parque a jugar con sus pelotas nuevas. Martín llevaba una pelota de fútbol, Sofía una de básquet, Lucas una de tenis y Valentina una de vóley.

Estaban tan emocionados que corrían por todos lados sin darse cuenta de dónde iban. De repente, Martín pateó la pelota tan fuerte que fue a parar justo en el patio trasero de la casa del señor González, un anciano amargado que siempre regañaba a los niños del pueblo.

Los amigos miraron preocupados hacia la casa y vieron al señor González salir furioso con la pelota en la mano. - ¡Niños! ¿Cómo se atreven a molestar con sus pelotas? -gritó el señor González mientras apretaba la pelota con fuerza.

Los niños sintieron miedo y vergüenza por lo sucedido. Pero Valentina, la más valiente del grupo, decidió hablar con el señor González. - Señor González, disculpe si le molesta nuestra diversión. No queríamos causar problemas -dijo Valentina con voz temblorosa.

El señor González miró a Valentina sorprendido por su actitud y luego soltó la pelota diciendo:- Está bien, niña. Solo traten de tener más cuidado la próxima vez. Los niños agradecieron al señor González y recuperaron su pelota.

Luego continuaron jugando en el parque hasta que el sol comenzó a ponerse. Fue entonces cuando recordaron que habían prometido llevarle fresas frescas a doña Rosa, una dulce anciana del pueblo que vivía sola.

Corrieron hacia el campo donde crecían las mejores fresas de toda Villa Feliz y llenaron una canasta para llevarle a doña Rosa como sorpresa. Al llegar a su casa, tocaron la puerta y doña Rosa les recibió con una sonrisa cálida.

- ¡Oh queridos! ¿Qué me traen hoy? -preguntó doña Rosa emocionada. - ¡Fresas frescas para usted! -exclamaron los niños mientras le entregaban la canasta llena. Doña Rosa no podía contener su alegría al ver el gesto tan especial de los pequeños amigos.

Les invitó a quedarse para merendar unas ricas tortas caseras mientras compartían historias y risas juntos. Esa tarde los niños aprendieron que un pequeño acto de bondad puede alegrar el corazón de alguien más y fortalecer los lazos entre amigos.

Desde entonces, visitaban regularmente a doña Rosa llevándole fresas frescas y compartiendo momentos inolvidables junto a ella en Villa Feliz.

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