Fresita y la mermelada mágica



Había una vez en el pequeño pueblo de Frutillar, un lugar donde todas las frutas vivían en armonía. En ese lugar, había una frutilla llamada Fresita que era muy especial.

Era la más dulce y jugosa de todas, y todos los habitantes del pueblo deseaban tenerla en su jardín. Un día, Fresita decidió dar un paseo por el pueblo para conocer a todos sus vecinos.

Mientras caminaba por las calles empedradas, los árboles y arbustos se inclinaban ante ella como muestra de respeto. Todos quedaban maravillados al verla pasar. Fresita llegó hasta la plaza principal del pueblo y allí se encontró con Manzana Verde, su amiga desde hacía mucho tiempo.

"¡Fresita! ¡Qué alegría verte!" -exclamó Manzana Verde emocionada-. "Todos hablan de tu dulzura y jugosidad. Eres la fruta más deseada por todo el pueblo". Fresita sonrió tímidamente y agradeció las palabras de su amiga. Pero algo no le parecía bien.

A pesar de ser querida por todos, sentía que había algo más importante que podía hacer con su dulce sabor. Decidió convocar a todas las frutas del pueblo para una reunión en la plaza central.

Quería compartir con ellas una idea que tenía en mente. Cuando llegaron todas las frutas, Fresita subió a un pequeño escenario improvisado y comenzó a hablar:"Queridas amigas frutas, estoy muy feliz de verlas aquí hoy.

Quiero decirles que soy consciente del deseo que tienen de tenerme en sus jardines, pero creo que puedo ser más útil para todos ustedes". Hubo un murmullo de sorpresa entre las frutas. No entendían a qué se refería Fresita.

"He decidido que quiero ser parte de una gran mermelada que beneficie a todo el pueblo", continuó Fresita. "Así, no solo podrán disfrutar de mi sabor en sus hogares, sino que también podrán compartirlo con otros y hacerlos felices".

Las frutas quedaron asombradas por la generosidad de Fresita y comenzaron a aplaudir emocionadas. Todos estaban de acuerdo en colaborar para crear la mejor mermelada del mundo.

Durante días, las frutas trabajaron juntas recolectando ingredientes y siguiendo al pie de la letra las instrucciones secretas de Manzana Verde para lograr una mermelada perfecta. Finalmente, llegó el día esperado. En la plaza central del pueblo se realizó una feria donde todos los habitantes podían probar la famosa mermelada hecha con la dulce y jugosa Fresita.

Las caras se iluminaban con cada cucharada probada. La mermelada era exquisita y el pueblo entero estaba feliz compartiendo ese momento especial. Fresita sonreía orgullosa al ver cómo su sabor podía alegrar los corazones de tantas personas.

Había encontrado un propósito más allá del deseo individual: hacer felices a los demás a través del amor y la generosidad. Desde ese día, Frutillar se convirtió en un lugar famoso por su deliciosa mermelada de fresitas.

Y aunque ya no era la fruta más deseada por el pueblo, Fresita se sentía completa y feliz al saber que su dulzura podía hacer una diferencia en la vida de los demás.

Y así, la historia de Fresita y su mermelada nos enseña que compartir nuestra bondad y talentos con los demás es lo que realmente nos hace especiales.

FIN.

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