Frida y el Gran Juego



En una pequeña escuela del barrio, había una niña llamada Frida. Era una niña brillante, llena de ideas, pero a menudo se sentía un poco sola. Los otros chicos de su clase jugaban juntos al fútbol, a la rayuela y al escondite, pero Frida, aunque quería unirse, no sabía cómo hacerlo. Un día, mientras miraba desde un costado, decidió que era hora de demostrarles a todos que también podía jugar.

Con determinación, Frida se acercó al grupo que estaba jugando fútbol.

"¡Hola chicos! ¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó con entusiasmo.

"¿Jugás al fútbol?" - respondió Tomás, el líder del grupo, con una sonrisa burlona.

"Sí, por supuesto. A veces juego en mi casa con mi hermano" - dijo Frida tratando de sonar segura.

"Está bien, pero solo si podés patear la pelota lejos" - dijo Javier, otro niño, cruzándose de brazos.

Frida sintió un nudo en el estómago, pero decidió que no se rendiría. Se posicionó en el campo y esperó que le pasaran la pelota. Cuando finalmente se la pasaron, corrió, se concentró y ¡pateó la pelota! Fue un tiro increíble y la pelota voló alto justo por encima de la cabeza de sus compañeros que miraban sorprendidos.

"¡Wow! ¡Hiciste un gol!" - gritó Clara, otra niña que estaba jugando.

Frida sonrió, un rayo de felicidad iluminó su rostro, pero en el fondo aún sintió que no la aceptaban del todo. Sin embargo, decidió seguir jugando y, poco a poco, se fue ganando el respeto de los chicos. Pasaron varios minutos y estaba disfrutando como nunca.

Justo cuando todo iba bien, un chico nuevo llegó al grupo. Se llamaba Mateo y entró al juego con mucha energía. Se puso delante de Frida, empujándola.

"Dejen el juego y miren cómo se juega de verdad" - dijo Mateo, mientras se adueñaba de la pelota.

Frida se sintió abatida. No podía creer lo que estaba pasando. Sin embargo, en lugar de rendirse, decidió que debía demostrar su valía una vez más.

"¡No! ¡Voy a mostrarte cómo se juega!" - gritó Frida, llena de determinación.

Desde un costado, los otros chicos miraban. Mateo retó a Frida a una competencia amistosa.

"¡Quien haga el mejor gol, gana el partido!" - anunció.

Frida aceptó el reto y allí se estaba formando un pequeño público. Primero fue el turno de Mateo, que hizo un gol utilizando una acrobacia. Todos aplaudieron. Luego fue el turno de Frida, y ella sabía que debía dar lo mejor de sí.

Se concentró, corrió hacia la pelota y, en vez de ser un tiro directo, combinó un movimiento sencillo pero efectivo. En el momento que la pelota cruzó la línea de gol, los aplausos estallaron por todos lados.

"¡Lo hizo!" - gritó Clara.

"¡Qué genial!" - exclamó Tomás.

Mateo se quedó sorprendido, y poco a poco fue acercándose a Frida con una sonrisa.

"No pensé que fueras tan buena. Tal vez te gustaría jugar con nosotros más seguido" - dijo Mateo.

Frida, radiante, aceptó la invitación. Desde ese día, no solo se unió a los juegos de fútbol, sino que también se hizo amiga de todos. Había logrado demostrar que, a veces, lo más importante es la confianza en uno mismo.

Y así, en su pequeño rincón del barrio, Frida se convirtió en una gran jugadora, y no solo en el fútbol, sino también en la vida, enseñando a todos que con esfuerzo y valentía, se pueden lograr grandes cosas.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!