Frida y el Jardín de los Sueños
Había una vez una artista llamada Frida Kahlo, que vivía en una casa azul llena de colores y naturaleza. A Frida le encantaba pintar y expresar sus sentimientos a través de sus cuadros. No solo pintaba cosas bonitas, sino también sus pensamientos, sus sueños y, a veces, sus miedos.
Un día, mientras estaba en su jardín, observó una mariposa amarilla danzando entre las flores. La mariposa parecía tan alegre que Frida decidió seguirla. "¡Espera, pequeña mariposa!"- exclamó Frida mientras corría detrás de ella.
La mariposa la llevó a un rincón del jardín que Frida nunca había visto. Era un lugar mágico, lleno de colores aún más vivos y flores que nunca había pintado. "¡Guau! ¿Dónde estoy?"- se preguntó Frida, maravillada.
En ese lugar, conoció a una anciana que se presentaba como Mireya, la guardiana del jardín de los sueños. "Este es un lugar donde los deseos y las aspiraciones florecen, querida Frida"-, dijo Mireya con una voz suave. "Aquí puedes hacer realidad lo que más anhelas"-.
Frida sentía una emoción burbujeante en su corazón. "¿De verdad puedo hacer realidad mis sueños?"- preguntó, con una chispa en los ojos.
"Sí, pero debes estar dispuesta a trabajar duro y ser valiente. Cada sueño tiene un precio"-, respondió Mireya.
Frida, llena de determinación, aceptó el desafío. Comenzó a pintar en el jardín y cada trazo que hacía no solo reflejaba su deseo, sino también sus miedos. "Quiero ser una gran artista, pero a veces tengo miedo de que a nadie le gusten mis pinturas"- confesó Frida, mientras el color de su pincel se mezclaba con el azul del cielo.
Mireya sonrió y dijo: "Ese es el primer paso. Reconocer tus temores te hace más fuerte. Ahora, pinta tu miedo y el color que lo represente"-.
Frida, inspirada, pintó un cuadro donde el miedo a no ser comprendida era un oscuro rayo negro. Luego, en la esquina del lienzo, incorporó un hermoso arcoíris de colores brillantes, simbolizando su esperanza y su deseo de ser aceptada. "¡Mira, Mireya!"- exclamó, "He puesto mi miedo con un arcoíris, porque no debo dejar que me detenga"-.
"¡Esa es la actitud!"- animó Mireya. "Ahora, debes compartir tu pintura con los demás. Es la única forma de que tu sueño se realice"-.
Frida sintió un cosquilleo en el estómago. "¿Y si no les gusta?"- se preguntó con nerviosismo.
"Lo que importa es que lo hagas con amor"- respondió la anciana. "Las personas pueden sentir la pasión en tu obra"-.
Sin dudarlo más, Frida organizó una pequeña exhibición en su jardín. Invitó a todos sus amigos del barrio. Los preparativos estaban llenos de risas, música y colores. Pero cuando llegó el día de la exhibición, Frida se sintió dudosa. "¿Y si nadie aparece?"- pensó, mirando a su alrededor.
Sin embargo, cuando el sol empezó a caer, uno a uno, sus vecinos y amigos comenzaron a acercarse. Se quedaron impresionados con sus pinturas, cada una llena de vida y emociones. Frida, nerviosa pero emocionada, comenzó a explicar cada cuadro. "Este es mi miedo y este es mi sueño"- decía, señalando sus obras con orgullo.
Al final, una niña se acercó a ella y dijo: "Me encanta cómo pintás. Tu miedo se siente como un abrazo, y tu arcoíris brilla con esperanza. ¡Quiero ser como vos!"-.
Las palabras de la niña hicieron que el corazón de Frida latiera de felicidad. "¡Gracias!"- respondió con una sonrisa. "Nunca dejes de seguir tus sueños y expresa lo que sientas"-.
Esa noche, mientras el cielo se iluminaba con estrellas, Frida comprendió que su voz y su arte eran valiosos. "Cada sueño que compartimos en el mundo puede inspirar a otros"- pensó, mientras miraba las maravillas de su jardín.
Y así, Frida siguió pintando en su hermosa casa azul, ahora con la certeza de que mostrar sus emociones y sueños a los demás era una forma de fortalecer su arte. Desde ese día, el jardín de los sueños nunca dejó de florecer y cada mariposa que pasaba era un recordatorio de la magia que existe cuando uno es valiente para ser uno mismo.
FIN.