Frieda y el Rubí de la Igualdad
En un pequeño pueblo llamado Colorín, vivía una niña llamada Frieda. Era curiosa, valiente y siempre soñaba con grandes aventuras. A Frieda le encantaba jugar con sus amigos en el parque, inventar historias y correr tras las mariposas. Sin embargo, a veces se sentía frustrada, porque los chicos del pueblo decían que ciertas cosas no eran para ellas.
Un día, mientras exploreba por el bosque en busca de inspiración para sus cuentos, Frieda encontró un extraño rubí brillante entre las hojas. Al acercarse, el rubí comenzó a hablar.
"¡Hola, Frieda!" - dijo el rubí con una voz melodiosa. "Soy el Rubí de la Igualdad. He estado esperando a alguien especial como vos. Siento que en Colorín la igualdad no brilla como debería. ¡Necesito tu ayuda!"
"¿Yo? ¿Por qué yo?" - preguntó Frieda asombrada.
"Porque tenés un gran corazón y la valentía para hacer lo que es correcto. Juntos podemos mostrarles a todos que chicas y chicos pueden hacer lo mismo, y que todos merecen la misma oportunidad. ¿Qué me dices?" - insistió el rubí.
Frieda asintió, emocionada. "¡Es un gran desafío! ¿Por dónde empezamos?"
El rubí brilló aún más. "Primero, necesitamos que el pueblo entienda que los sueños no tienen género. En Colorín, hay un antiguo campeonato de carreras de barro que se organiza cada año. Este año, los chicos sólo quieren competir, pero no dejan participar a las chicas. Vamos a cambiarlos de opinión."
Frieda corrió a reunir a sus amigas y les contó sobre su plan.
"¡Vamos a inscribirnos para competir!" - exclamó Frieda.
"Pero no nos dejarán participar. ¡No podemos!" - dijo Sofía, una de sus amigas.
"Si no se atreven a dejar que corramos, ¡nosotras haremos ruido!" - propuso Frieda.
Y así lo hicieron. Organizaron carteles, hicieron pulseras de colores y se prepararon para la gran carrera. El día del evento, Frieda y sus amigas, vestidas con sus mejores trajes deportivos, llegaron al campo de carreras.
Los chicos, al verlas, se burlaron. "¡No pueden correr!" - gritó uno de ellos.
"¿Por qué no podemos?" - replicó Frieda. "Nosotras también podemos ser veloces, ¡y queremos demostrarlo!"
Al principio, la sorpresa y las risas fueron las reacciones del público, pero Frieda, llena de entusiasmo, empezó a animar a sus amigas. "¡Chicas, no se detengan! ¡Corramos juntas!"
Entonces, todos se quedaron en silencio y observaron cómo las niñas se alineaban en la pista. Con un fuerte silbato, comenzó la carrera. Frieda y sus amigas corrieron tan rápido como pudieron, y para sorpresa de todos, se sintieron fuertes y felices.
Mientras corrían, cada vez más niños se unieron a ellas, gritando y animando. "¡Vamos, Frieda! ¡Muestra lo que puedes hacer!" - gritaban. Pronto, no solo las chicas estaban corriendo, sino también muchos chicos que las apoyaban.
Al final de la carrera, si bien no ganaron el primer lugar, ganaron algo mucho más valioso: el respeto. La gente comenzó a entender que la igualdad no solo es un concepto, sino una manera de vivir.
El jurado, impresionado por el coraje de las chicas, decidió premiar a todos los que participaron. "¡Hoy celebramos la igualdad!" - dijo el jefe del jurado. "Porque todos, sin importar si somos chicos o chicas, somos capaces de hacer grandes cosas juntos."
Frieda sonrió con su corazón lleno de alegría. El Rubí de la Igualdad brilló en su bolsillo.
"Gracias, Rubí. Juntos hemos cambiado un poco el pueblo. Siempre recordaré que la igualdad es una carrera en la que todos podemos participar."
Y así, Frieda y sus amigos siguieron corriendo, no solo en el barro, sino en la vida, demostrando que cada día es una oportunidad para brillar con igualdad y amistad.
Desde entonces, en Colorín todos celebraban el Campeonato de la Igualdad, un evento donde todos podían participar, sin importar su género. Y Frieda, con su valentía y su Rubí, siempre recordaba que la verdadera igualdad comienza en nuestros corazones.
FIN.