Frieda y la Carrera de la Igualdad



Era una soleada mañana en el pueblo de Valle Brillante, y Frieda, una niña de diez años, estaba muy emocionada. Hoy se celebraba la Gran Carrera de la Igualdad, un evento anual donde todos los niños competían juntos, sin importar si eran chicos o chicas. Pero este año, Frieda se sentía un poco diferente.

Desde temprano, sus amigos la alentaron a participar. "Frieda, ¡sos la mejor corredora!"-, le decía Tomi. –"Tenés que inscribirte, ¡vamos a ganar!"

Pero Frieda, a pesar de ser rápida y ágil, tenía otro sueño en mente. Quería organizar una carrera para que cada niño pudiera participar, no solo los que corrían más rápido, sino todos, sin importar su habilidad.

"Pero, Frieda, ya tenemos las carreras, no necesitamos otra"-, le dijo María, su amiga.

"Depende de cómo lo veas, María. La carrera no debería ser solo para los mejores. Todos merecen la oportunidad de participar y divertirse", explicó Frieda con una sonrisa.

Así que, después de pensarlo mucho, se acercó al director del colegio, el Sr. Romero, y le propuso su idea.

"Hola, Sr. Romero. Me gustaría organizar la carrera para todos los niños, sin importar si son rápidos o lentos"-, habló nerviosa.

"Eso suena interesante, Frieda. Pero necesitamos mucha ayuda para organizarla"-, respondió el director.

Así fue como Frieda comenzó a hablar con sus compañeros. Algunos se mostraron renuentes.

"¿Por qué ayudar a un montón de chicos que no corren bien?"-, dijo Lucas, que había ganado la carrera todos los años anteriores.

Frieda no se desanimó.

"Porque todos podemos ser un equipo. La idea es disfrutar juntos y aprender unos de otros. Es más divertido ser todos parte de esto, no solo los que ganan"-, le explicó convencida.

Poco a poco, Lucas y otros comenzaron a entender la importancia de la propuesta de Frieda. Todos decidirían qué tipo de carreras habría, como la de sacos, o de tres piernas, y hasta incluye una de obstáculos.

"¡Sí! ¡Haremos de esto algo increíble!"-, exclamó Lucas.

El día de la carrera, el colegio estaba lleno de risas y alegría. Había un aire de emoción en cada rincón. Los niños de todas las edades llegaron a participar. Todos estaban listos en la línea de salida.

El conteo regresivo comenzó: 3... 2... 1... ¡Ya!

Era un caos alegre: algunos se caían en las carreras de sacos, otros chocaban en la de tres piernas, pero lo más importante era que todos estaban riendo y disfrutando.

"¡Mirá, ahí va Postita!"-, gritó Frieda, viendo a su amigo dar un enorme salto en el saco.

"No puedo creer que se caiga a cada rato", rió Tomi.

Poco a poco, lo que al principio era una competencia se volvió una colaboración, donde todos se ayudaban y animaban a los que estaban un poco más rezagados.

Al finalizar la jornada, la gran mayoría coincidió en que había sido la mejor carrera del mundo. Frieda, con una gran sonrisa, decía:

"Lo logramos, amigos. Esto es lo que significa la igualdad!"-

El Sr. Romero se acercó y les aplaudió.

"Gracias, Frieda, por enseñarnos que todos somos importantes, y que la diversión es el verdadero objetivo"-

Desde aquel día, el evento pasó a ser parte de un nuevo componente en el colegio: la carrera de la Igualdad donde todos podían participar, sin importar su habilidad. Frieda había cambiado la forma en que sus compañeros veían la competencia, haciéndolos reflexionar sobre la importancia de la igualdad entre todos.

Y así, en Valle Brillante, Frieda no solo corrió, sino que dejó una huella en el corazón de todos, ser un faro de igualdad para niños y niñas por igual. Y lo más valioso: aprendieron que, si unían fuerzas, podían lograr grandes cosas.

FIN.

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