From Selfishness to Compassion


Había una vez en un pequeño pueblo, llamado Villa Esperanza, un niño llamado Benito. Benito siempre había sido muy egoísta y no le importaba compartir con los demás.

Pasaba sus días jugando solo y nunca se preocupaba por ayudar a los demás. Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, escuchó un ruido extraño proveniente de un arbusto cercano. Se acercó lentamente y descubrió que había un pajarito atrapado en una red.

El pajarito estaba asustado y no podía volar. Benito decidió ayudar al pajarito y rápidamente desenredó la red para liberarlo. El pajarito voló felizmente hacia el cielo, pero antes de irse, le dijo a Benito: "Gracias por salvarme.

Recuerda que ser santo es compartir con el otro, ayudando al otro". Benito quedó sorprendido por las palabras del pajarito y comenzó a reflexionar sobre lo que significaban. Decidió cambiar su actitud egoísta y empezar a compartir con los demás.

Al día siguiente, cuando Benito fue al colegio, notó que su amiga Sofía estaba triste porque había olvidado traer su merienda. Entonces recordó las palabras del pajarito y decidió compartir su almuerzo con ella.

"Sofía, aquí tienes mi sándwich", le dijo Benito amablemente. "¡Oh! ¡Muchas gracias, Beni!", exclamó Sofía emocionada. Desde ese día en adelante, Beni se convirtió en alguien diferente. Comenzó a prestar atención a las necesidades de los demás y siempre estaba dispuesto a ayudar.

Compartía sus juguetes con los demás niños, ayudaba a su maestra a reagarrar el salón de clases y ofrecía su tiempo para escuchar a aquellos que necesitaban desahogarse.

Un día, mientras Benito caminaba por el parque nuevamente, se encontró con una anciana llamada Doña Rosa. Ella tenía muchas bolsas de compras y parecía estar agotada. "¿Necesita ayuda, Doña Rosa?", preguntó Benito. "Oh, joven, estoy tan cansada", respondió la anciana.

"Estoy tratando de llevar todas estas bolsas a mi casa". "Permítame ayudarla", dijo Benito sonriendo. Benito tomó algunas de las bolsas y caminó junto a Doña Rosa hasta su casa. La anciana estaba muy agradecida por la ayuda y le dio un dulce en señal de gratitud.

Esa noche, antes de dormir, Benito reflexionó sobre lo que había pasado durante el día. Se dio cuenta de lo feliz que se sentía al ayudar a los demás y cómo eso había cambiado su vida para mejor.

Desde ese momento en adelante, Benito se convirtió en una persona generosa y comprensiva. Ayudaba a todos los que podía sin esperar nada a cambio. Su actitud positiva inspiró a otros niños del pueblo a hacer lo mismo.

Y así fue como Villa Esperanza se convirtió en un lugar lleno de bondad y solidaridad gracias al cambio de corazón de un niño llamado Benito.

Todos aprendieron que ser santo es compartir con el otro, ayudando al otro; porque cuando nos preocupamos por los demás, todos somos más felices.

Dirección del Cuentito copiada!