Fuego, el defensor del castillo
Había una vez un dragón guerrero llamado Fuego y un castillo en lo alto de la colina. El castillo estaba habitado por brujos y arqueros que se encargaban de proteger sus tierras de los invasores.
Un día, Fuego decidió visitar el castillo para conocer a sus habitantes y hacer nuevos amigos.
Cuando llegó al pie del castillo, fue recibido por los arqueros que lo apuntaron con sus flechas, pero Fuego no era un dragón normal, él era bondadoso y amigable. "No teman amigos míos, solo vengo en son de paz", dijo Fuego. Los arqueros bajaron sus armas y lo llevaron ante los brujos que estaban muy sorprendidos al ver a un dragón en su fortaleza.
"¿Qué haces aquí?", preguntó el Gran Brujo. "Solo quiero hacer nuevos amigos", respondió Fuego. Los brujos discutieron entre ellos si permitirían la presencia de un dragón dentro del castillo, pero finalmente decidieron darle una oportunidad.
Fuego pasó días jugando con los niños del pueblo y ayudando a los arqueros a practicar su puntería. Los brujos también aprovecharon para estudiar al dragón ya que nunca habían tenido contacto directo con uno antes.
Pero todo cambió cuando unos bandidos intentaron atacar el castillo. Los arqueros lucharon valientemente, pero eran superados en número. En ese momento, Fuego decidió intervenir. "¡No dejaré que lastimen a mis amigos!", rugió Fuego mientras expulsaba llamas por su boca.
Los bandidos no podían creer lo que veían, un dragón luchando del lado de los humanos. Fuego se convirtió en el héroe del castillo y gracias a su valentía lograron repeler el ataque.
"Gracias por defender nuestras tierras, Fuego", dijo el Gran Brujo. "No hay de qué, amigos míos. Estamos juntos en esto", respondió Fuego con una sonrisa.
Desde ese día, Fuego se convirtió en el guardián del castillo y sus habitantes lo amaban como a uno más de la familia. Aprendieron que no debían juzgar a alguien por su apariencia o especie y que la verdadera amistad puede surgir en cualquier lugar y con cualquier ser vivo.
FIN.