Gabriel y el Amuleto Mágico



Había una vez un niño llamado Gabriel, que vivía en un barrio lleno de alegría y aventuras. A Gabriel le encantaba jugar al fútbol con sus amigos Santiago R y Juan Andrés. Por las tardes, todos se juntaban en el parque para patear la pelota, soñando con ser como su ídolo, James Rodríguez.

Un día, mientras Gabriel estaba en su casa, encontró un extraño objeto en el jardín. Era un pequeño amuleto amarillo en forma de gato. Al levantarlo, se escuchó un suave susurro:

"Hola, Gabriel, soy el Gato Amarillo, y tengo una misión para vos."

Gabriel se sorprendió, pero su curiosidad fue más fuerte.

"¿Qué tipo de misión?" -preguntó emocionado.

"Necesito que encuentres las tres estrellas de la creatividad, que están escondidas en el parque. Solo así podrás convertirte en un gran artista y ayudar a tu barrio a brillar."

Gabriel, entusiasmado por la propuesta, fue corriendo a contarles a Santiago R y Juan Andrés.

"Chicos, ¡hay un Gato Amarillo que me dio una misión! Debemos encontrar las estrellas de la creatividad."

"¿Estrellas de la creatividad? ¡Suena genial!" -dijo Santiago R, mientras Juan Andrés sonreía.

"Vamos, esta tarde buscaremos. Pero primero, ¿puedo traer unos bananos para picar?" -preguntó Gabriel.

Así, después de un buen snack de banano, los tres amigos fueron al parque. Mientras jugaban al fútbol, Gabriel pensaba en cómo encontrar las estrellas. De repente, un brillo a lo lejos llamó su atención.

"Miren, allá hay algo brillante!" -gritó Gabriel, apuntando hacia un árbol.

Al acercarse, encontraron una estrella plateada colgando de una rama.

"Esta debe ser una de las estrellas de la creatividad," -dijo Juan Andrés.

"¡Vamos por más!" -exclamó Santiago R, emocionado.

Continuaron buscando, cuando de pronto, se dieron cuenta de que el fútbol podía ayudarles. Gabriel propuso:

"¿Y si hacemos un partido? El que gane, decide dónde buscar."

Aceptaron, así que formaron dos equipos y el partido comenzó con jugadas divertidas y risas. Al terminar, el equipo de Gabriel ganó 3 a 2.

"¡Bien, ganamos!" -gritó orgulloso.

Decidieron seguir buscando. Bajo una piedra, encontraron otra estrella, esta vez dorada.

"¡Dos! Solo falta una," -dijo Gabriel, mientras se sentaban a descansar.

Estaban comiendo más bananos y pensando en el Gato Amarillo, cuando Santiago R tuvo una idea brillante:

"¿Y si la última estrella está en la cima de la montaña?"

"¡Vamos!" -aseguró Gabriel, lleno de entusiasmo.

Empacaron las estrellas encontradas y comenzaron a escalar la montaña. Cuando llegaron a la cima, se encontraron con un paisaje impresionante. Pero, para su sorpresa, no había ninguna estrella. Gabriel sintió un poco de tristeza y exclamó:

"No pudo ser. No encontramos la última estrella."

De repente, el Gato Amarillo apareció ante ellos.

"No te desanimes, Gabriel. A veces, el viaje vale más que el destino. Ya has encontrado dos estrellas y eso es suficiente para ser un gran artista. Además, son las ideas que compartiste con tus amigos las que realmente importan. Sigan creando juntos."

"¿Criar juntos?" -preguntó Juan Andrés.

"Sí, cada uno tiene su propio talento. Santiago juega muy bien al fútbol, y vos dibujás increíble, Gabriel. Juntos pueden traer alegría al barrio con su arte y su juego."

El Gato Amarillo les dio un consejo y desapareció. Gabriel y sus amigos decidieron que, aunque no encontraron la tercera estrella, todos en su barrio podrían brillar.

"¡Vamos a hacer un mural en el parque con nuestros dibujos!" -propuso Gabriel.

"Y podemos hacer una fiesta de fútbol para celebrarlo," -agregó Santiago R.

"¡Es una gran idea!" -dijo Juan Andrés, entusiasmado.

Así lo hicieron. Durante el fin de semana, organizaron el partido de fútbol, donde los niños del barrio podían participar. A su lado, pintaron un mural lleno de colores que representaba sus sueños.

A partir de ese día, Gabriel, Santiago R y Juan Andrés aprendieron que a veces, el verdadero tesoro no son las estrellas, sino la amistad, el esfuerzo y la creatividad que comparten.

Y así, el Gato Amarillo se convirtió en su inspiración, cada vez que pensaban en ser grandes artistas. ¡Y siempre recordarán el maravilloso día en que encontraron las estrellas de la creatividad!

FIN.

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