Gabriel y el árbol sabio



En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes, vivía Gabriel, un niño lleno de energía y curiosidad. Cada mañana, después de salir de su casa, él no se iba directo a la escuela. En su camino, había un gigantesco árbol frondoso que lo llamaba con su sombra fresca y su tronco robusto.

Gabriel, conocido como el niño salvaje, siempre se sentía atraído por aquel árbol.

"¡Hola, árbol!" - decía Gabriel cada vez que llegaba a su lado. "Hoy quiero subir a jugar un rato. ¿Me dejas?"

Una vez en la cima de sus ramas, Gabriel se sentía como un rey en su propio reino. Desde allí, podía ver toda la escuela y observar a sus compañeros entrar.

Pero siempre había un problema: después de unos minutos, la maestra López comenzaba a buscarlo.

"Gabriel, ¿dónde estás?" - gritaba la maestra, con su voz retumbando por el patio.

Gabriel, desde su posición privilegiada, la veía correr de un lado a otro.

"¡Ella nunca me encuentra!" - se reía para sus adentros.

Sin embargo, no siempre le salía bien. Un día, mientras estaba arriba, escuchó a sus amigos reír y jugar abajo.

"¿Por qué no voy a jugar con ellos?" - pensó Gabriel, pero su curiosidad fue más fuerte y decidió quedarse un rato más en su escondite.

Al poco tiempo, la maestra decidió entrar al aula. Cuando finalizó la clase, preguntó por Gabriel.

"Sin Gabriel, no podemos empezar la actividad de arte" - dijo su mejor amiga, Luisa, preocupada.

Todos comenzaron a murmurar. Fue entonces que la maestra miró hacia el árbol.

"¡Gabriel! Baja de ahí, ahora mismo!" - gritó, sin perder la esperanza de que él la escuchara.

Gabriel, sintiéndose un poco avergonzado, decidió descender, pero antes de hacerlo, tuvo una idea. Al llegar al suelo, dijo.

"¡Lo siento, maestra! Quería ver la clase desde mi árbol. ¡El paisaje es hermoso desde allí!"

La maestra lanzó un suspiro.

"Entiendo, Gabriel, pero no puedes perderte tus clases por jugar. ¡Es importante participar! ¿Por qué no usamos ese árbol para inspirarnos?"

Gabriel se sorprendió, esa era una idea brillante.

"¿Cómo, maestra?"

"Podemos hacer un proyecto sobre los árboles y la naturaleza. Tú puedes contarnos lo que ves desde lo alto. Así, todos aprenderemos y compartirás con nosotros tu experiencia. ¡Es un trato!"

Gabriel sonrió.

"¡Me encanta! A partir de ahora, prometo no volver a perderme las clases, pero también me gustaría que tengamos un día de campo y hagamos una actividad en el árbol. Podríamos traer pintura y hacer arte natural. ¿Qué opinan?"

Los ojos de la maestra se iluminaron.

"¡Eso suena maravilloso! Vamos a planearlo juntos. ¿Quién se apunta?" - preguntó.

Todos levantaron la mano, emocionados por la idea. Gabriel se sintió orgulloso de haber transformado su travesura en una oportunidad para aprender y divertirse en grupo. Desde ese día, el árbol no solo fue su refugio, sino también un lugar especial donde todos podían reunirse, crear arte y aprender sobre el cuidado de la naturaleza.

Cada vez que miraba a su árbol amigo, Gabriel recordaba la importancia de la escuela y de compartir momentos con sus compañeros. Y así, el niño salvaje se convirtió en el niño curioso, siempre dispuesto a aprender y a explorar el mundo que lo rodeaba.

FIN.

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