Gabriel y el Gran Creador
Había una vez un niño llamado Gabriel que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos. Gabriel era muy curioso y siempre soñaba con aventuras. Un día, mientras exploraba el bosque cerca de su casa, encontró un misterioso brillo entre los árboles.
"¿Qué será eso?", se preguntó Gabriel, acercándose cuidadosamente.
Cuando llegó al lugar, se encontró con una figura que relucía con luz dorada. Era un ser extraordinario, con una sonrisa amable y ojos chispeantes.
"¡Hola, Gabriel!", dijo el ser con una voz suave. "Soy el Gran Creador, y he estado observando tu curiosidad y valentía."
"¿El Gran Creador?", repitió Gabriel, sorprendido. "¿Por qué estás aquí?"
"He creado este mundo y muchas maravillas. Pero hoy, necesito tu ayuda para realizar algo muy importante."
Gabriel, emocionado, aceptó de inmediato.
"¿Qué debo hacer?", preguntó lleno de entusiasmo.
"Voy a darte un regalo: el poder de crear, pero solo por un día. Quiero que uses tu imaginación para que este bosque sea aún más hermoso y lleno de vida. Pero recuerda, lo que crees debe ayudar a los demás."
Gabriel se quedó boquiabierto. ¡Crear! Era un inmenso poder.
Entonces el Gran Creador le dio un pequeño objeto brillante.
"Este será tu 'Corazón Creador'. Tómalo y, al tocarlo, podrás dar vida a lo que desees. Pero piensa bien lo que harás."
Gabriel asintió, emocionado, y comenzó a tocar el objeto. En lugar de pensar en cosas extravagantes, recordó cómo sus amigos a veces se sentían solos, y decidió crear una fuente de agua brillante que nunca se secaría.
"¡Quiero que todos puedan jugar y refrescarse!", exclamó Gabriel.
Con un toque del Corazón Creador, la fuente apareció, y los animales y niños del pueblo se acercaron, disfrutando del agua.
"¡Es maravilloso!", gritó uno de sus amigos.
Pero al ver la alegría, Gabriel recordó a las flores que adornaban el bosque.
"Ahora, quiero crear un jardín lleno de flores cantantes que alegren a todos con su música", dijo, tocando nuevamente el objeto.
Cada flor comenzó a cantar una melodía diferente, llenando el aire con melodías armoniosas que hacían sonreír a todos.
Sin embargo, al ver el asombro de sus amigos, Gabriel se sintió tentado a hacer algo aún más impresionante.
"¿Y si creo un enorme árbol de dulces? ¡A todos les encantaría!", pensó.
Tocando el Corazón Creador, un árbol gigante de caramelos y golosinas brotó del suelo. Todos corrieron hacia él, pero pronto se dieron cuenta de que, al comer tanto dulce, se sentían mal.
"¡Esto no es bueno!", dijo una de sus amigas. "Necesitamos algo que nos haga sentir bien, no solo algo delicioso."
Gabriel se dio cuenta de su error. Aunque había creado algo genial, no había pensado en las consecuencias.
"¡Debo arreglar esto!", dijo con preocupación.
Entonces se acercó nuevamente al Gran Creador.
"No quise causar problemas, solo quería hacer feliz a la gente."
"Aprender de los errores es parte de la creación, Gabriel", le dijo el Gran Creador. "Recuerda que lo esencial es crear cosas que nutran el cuerpo y el alma.
Resolvamos esto juntos."
Gabriel pensó y decidió crear un Huerto de Frutas, donde cada uno pudiera recolectar todo lo que necesitara y aprender a cultivar sus propios alimentos.
"¡Eso es!", exclamó.
Con un nuevo toque del Corazón Creador, el huerto floreció rápidamente, y todos se unieron en una actividad nueva y divertida, aprendiendo a cuidar sus plantas y compartiendo momentos felices juntos.
Al final del día, Gabriel miró todo lo que había creado con alegría. Había aprendido a pensar en los demás y a crear cosas que realmente ayudaran a todos.
"¡Gracias, Gran Creador!", dijo con gratitud. "Hoy he aprendido que la verdadera creación viene del corazón."
"Sí, Gabriel. La creatividad es un don poderoso, pero siempre es importante ser sabio al usarlo. Y recuerda, cada uno de nosotros tiene la capacidad de crear felicidad y bienestar en el mundo."
Con una sonrisa, el Gran Creador desapareció en una nube de luz. Gabriel volvió a su hogar, con el corazón lleno de ideas y sueños. Nunca olvidó el día en que fue creador y el poder de hacer del mundo un lugar mejor con bondad y creatividad. Y así, desde entonces, cada vez que alguien en su pueblo se sentía triste o solo, Gabriel siempre tenía una idea mágica lista para compartir.
Y así, Gabriel siguió creando sonrisas hasta el final de sus días, recordando siempre que el verdadero poder de crear reside en nuestro corazón.
FIN.