Gabriel y la lección del sapo



En un pequeño pueblo llamado Villa Madera, vivía un niño travieso llamado Gabriel. Gabriel era conocido por ser desobediente y por siempre andar metiéndose en problemas.

Un día, mientras estaba en la escuela, la maestra Sofía le había advertido varias veces que dejara de rasquetear los muebles del salón con su lápiz. Pero Gabriel no hizo caso y continuó haciéndolo. "-Gabriel, te he pedido que dejes de hacer eso.

Si sigues así, tendrás consecuencias", le advirtió la maestra Sofía. Pero el niño no le prestó atención y siguió raspando los muebles.

De repente, una extraña nube negra apareció en el salón y de ella surgió una misteriosa bruja con largos cabellos oscuros y ojos brillantes como estrellas. "-¡Gabriel! ¡Has desobedecido las reglas una vez más! Por tu mal comportamiento, te convertiré en un sapo hasta que aprendas la lección", dijo la bruja con voz firme.

Y sin darle tiempo a reaccionar, la bruja lanzó un hechizo sobre Gabriel y lo transformó en un pequeño sapo verde. Todos en el salón se quedaron sorprendidos ante lo sucedido.

Rafael, uno de los compañeros de clase de Gabriel, sintió compasión por él y decidió buscar ayuda para revertir el hechizo de la bruja. Con la ayuda de Yuli, otra compañera valiente, Rafael se acercó a la bruja y le pidió que devolviera a Gabriel a su forma original.

"-Señora Bruja, por favor, déjelo volver a ser humano. Prometemos que aprenderá la lección", suplicó Rafael. La bruja reflexionó por un momento y finalmente accedió a revertir el hechizo. Gabriel volvió a ser un niño pero esta experiencia lo había cambiado para siempre.

Aprendió que sus acciones tenían consecuencias y que debía respetar las reglas tanto en casa como en la escuela. Desde ese día, Gabriel se convirtió en uno de los mejores estudiantes de la clase.

Siempre obedecía las indicaciones de sus maestros y cuidaba con cariño los mobiliarios del salón. Agradecido por haber recuperado su forma humana, nunca más volvió a comportarse mal ni a desobedecer las normas establecidas.

Y así, gracias a esta experiencia tan peculiar, Gabriel comprendió la importancia del respeto hacia los demás y hacia su entorno.

Y aunque aquella vez estuvo cerca de convertirse permanentemente en sapo por su mal uso de los mobiliarios escolares; ahora valoraba cada día como una oportunidad para aprender y crecer como persona responsable.

FIN.

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