Gabriela en el Jardín de los Sueños



Había una vez, en un pequeño pueblo, un joven llamado Lucas. Lucas era un chico soñador que pasaba sus días en el jardín de su casa, donde tenía un pequeño rincón lleno de flores de todos los colores. Su favorito era un girasol gigante que había crecido a la sombra de un viejo roble.

Todos los días, Lucas iba al colegio y allí había una chica que le robaba el aliento: Gabriela. Gabriela era hermosa, con su risa contagiosa y una manera de ver el mundo que iluminaba el día más gris. Sin embargo, Lucas nunca se atrevió a decirle lo que sentía. Se limitaba a admirarla desde lejos, guardando su amor en el corazón.

Un día, mientras cuidaba de sus flores, Lucas decidió que era momento de hacer algo especial. "Voy a hacerle un regalo a Gabriela", pensó. Así que reunió todas sus fuerzas, se armó de valor y comenzó a crear un libro de poesía, sólo para ella.

Cada día, después de la escuela, escribía un poema sobre lo que sentía, sobre cómo el cielo se volvía más azul cuando ella sonreía, y cómo el sol brillaba con más fuerza al escuchar su risa. Al cabo de una semana, terminó su libro y decidió entregárselo.

El día del gran momento llegó. "Hola, Gabriela", le dijo, con la voz temblorosa. Ella lo miró, sorprendida. "Hola, Lucas. ¿Qué tal?"

"Te preparé algo especial. Es un libro de poemas que escribí para ti".

Gabriela tomó el libro con una mirada curiosa. Al abrir la primera página, sonrió. "¡Qué lindo! ¡Nunca había recibido algo así!".

El corazón de Lucas dio un vuelco. "Lo hice con mucho cariño", confesó, mientras sus mejillas se sonrojaban. Pero su alegría duró poco, ya que Gabriela, después de mirar las páginas llenas de poesía, lo miró a los ojos y dijo: "Lucas, sos un gran amigo, y esto es muy hermoso. Pero... no puedo corresponderte como te gustaría".

Las palabras de Gabriela fueron como una lluvia helada. Lucas sintió que su corazón se rompía, pero, en ese momento, comprendió algo importante. "Está bien, Gabriela. Lo que más quiero es verte feliz. Sigo siendo tu amigo".

Gabriela sonrió, aliviada. "Gracias, Lucas. Siempre serás parte de mi vida".

Con el tiempo, Lucas aprendió a cuidar su corazón y a transformarlo en algo bello, como sus flores. Siguió cultivando su jardín, y en cada girasol veía un reflejo de su amor por Gabriela, un amor que no tenía que ser correspondido para ser real. Comprendió que el amor no siempre es romántico, a veces también es amistad. El tiempo pasó, y aunque Lucas nunca dejó de quererla, se volvió muy buen amigo de Gabriela.

Con el jardín florecido y las páginas de su poesía llenas de amor, Lucas se dio cuenta de que siempre hay algo hermoso en el desamor, que cada emoción vivida vale la pena. Y así, en el Jardín de los Sueños, Lucas aprendió que el amor, en todas sus formas, nos hace crecer y florecer.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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