Gael y Abuela Zulma


Había una vez una abuela llamada Zulma y su nieto Gael. Abuela Zulma era una mujer llena de amor y felicidad, siempre dispuesta a cuidar y jugar con Gael.

Un día soleado, Abuela Zulma decidió llevar a Gael al parque para pasar la tarde. Ambos se subieron al auto y comenzaron su aventura. Mientras conducían, cantaban canciones divertidas y reían sin parar. Cuando llegaron al parque, Gael no podía contener su emoción.

Corrió hacia el área de juegos y comenzó a trepar por los toboganes y columpios mientras Abuela Zulma lo miraba con alegría desde un banco cercano. De repente, un niño llamado Lucas se acercó a Gael. Parecía triste y solitario.

Sin pensarlo dos veces, Gael invitó a Lucas a jugar con él en el área de juegos. Los tres niños corrieron, saltaron y se divirtieron juntos durante horas.

Abuela Zulma observaba orgullosa cómo su nieto mostraba amor y amabilidad hacia los demás. Sabía que había enseñado a Gael la importancia de ser amigable e inclusivo. Al caer la tarde, los tres niños estaban cansados pero felices. Decidieron descansar bajo un árbol cerca del lago del parque.

Sentados en el césped verde, compartieron historias divertidas mientras veían cómo el sol se ponía lentamente en el horizonte. De repente, vieron algo brillante flotando en el agua del lago.

Era una pequeña bolsa atrapada entre las ramas de un árbol caído. Gael, Lucas y Abuela Zulma se miraron entre sí y decidieron ayudar. Con una rama larga, Gael logró alcanzar la bolsa y la sacó del agua. Dentro encontraron un tesoro de monedas brillantes.

Los ojos de los niños se iluminaron con asombro y emoción. Abuela Zulma les explicó que el tesoro no era realmente suyo, sino que pertenecía a alguien más. Juntos, decidieron buscar al dueño para devolverle lo que le pertenecía.

Caminaron por todo el parque hasta encontrar a un señor mayor llamado Don Ricardo buscando desesperadamente algo en su bolsillo. Gael se acercó tímidamente y le entregó la bolsa con las monedas.

Don Ricardo estaba tan sorprendido y agradecido que les ofreció una recompensa. Pero Abuela Zulma sonrió amablemente y dijo: "No necesitamos ninguna recompensa, solo queríamos hacer lo correcto". Los tres regresaron al auto con corazones llenos de alegría por haber ayudado a alguien en apuros.

Mientras conducían de regreso a casa, Gael preguntó: "Abuela Zulma, ¿por qué siempre haces cosas buenas por los demás?"Abuela Zulma miró a Gael con ternura y respondió: "Querido Gael, hacer cosas buenas nos hace felices a nosotros mismos y también trae felicidad a quienes nos rodean.

Siempre recuerda ser amable y generoso". Gael sonrió ampliamente mientras pensaba en todas las aventuras divertidas que había tenido ese día gracias al amor incondicional de su abuela.

Sabía que tenía un modelo a seguir en Abuela Zulma y prometió ser amable y ayudar a los demás siempre que pudiera. Y así, Gael aprendió una valiosa lección sobre el poder del amor, la bondad y la felicidad.

Y junto a su abuela, continuaron viviendo una vida llena de juegos, cuidado mutuo y momentos inolvidables.

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