Gael y el Calor de Verano



Era un día soleado en la ciudad de Villa Alegre, donde las nubes se habían escondido detrás de un brillante manto azul. Gael se despertó esa mañana con un gran bostezo.

- ¡Mamá! - llamó desde su habitación - ¿por qué hace tanto calor hoy?

Su madre entró en su cuarto con una sonrisa.

- Porque, mi amor, ¡estamos en pleno verano! Es la época del año donde el sol brilla con fuerza y todos salen a disfrutar afuera.

Gael se asomó por la ventana y se sorprendió al ver a sus vecinos caminando por la calle en sandalias y shorts.

- OHH, MIRA - gritó Gael - ¡Tienen piernas y pies como yo!

Su madre se rió y le dijo: - Claro, todos tenemos piernas y pies. Salí a jugar, quizás puedas unirte a ellos.

Concurriendo el consejo de su madre, Gael decidió salir. Cuando dio el primer paso fuera de su casa, sintió el calor en su piel. Llevaba un pantalón largo y una camiseta de manga larga, algo poco ideal para un día caluroso.

- Uh, esto está caliente - dijo Gael, mientras buscaba un lugar a la sombra.

Su amigo Lucas apareció corriendo, con su short de rayas y sandalias amarillas.

- ¡Gael! Ven a jugar al parque, hay una carrera de bicicletas. ¡Todos están yendo!

- ¿Correr en bicicleta? - preguntó Gael, aún sintiéndose un poco fuera de lugar.

- Sí, ¡viene hasta Pedro con su nueva bici! - contestó Lucas emocionado.

Gael dudó un poco, pero decidió unirse. Se puso una gorra y salió corriendo hacia el parque. Cuando llegó, lo que vio lo dejó boquiabierto: niños montando en bicicletas, riendo, disfrutando.

- ¡Mirá, todos tienen brazos y piernas como yo! - exclamó Gael, sonriendo.

Pero al ver las bicicletas, se sintió nervioso.

- No sé andar en bicicleta como ellos - dijo Gael, bajando la mirada.

Justo en ese momento, Sofía, una niña de su clase, se acercó y le dijo: - No te preocupes, yo puedo enseñarte. Comencemos por lo básico.

- ¿De verdad? - preguntó Gael, sorprendido.

- Claro. Es solo cuestión de práctica - afirmó Sofía, mientras le mostraba cómo subirse a la bici.

Gael tambaleó un par de veces, a punto de caer, pero Sofía lo sujetó.

- Ahí está, solo respira profundo y pedalea. ¡Vas a ver que lo lográs!

Así comenzaron a practicar. Gael era un poco torpe al principio, pero con cada intento se sentía más seguro. De repente, sintió una oleada de confianza.

- ¡Lo estoy haciendo! - gritó Gael, mientras pedaleaba por primera vez sin que nadie lo sostuviera. La alegría de ser libre lo llenó.

Todos en el parque lo aplaudieron.

- ¡Bravo, Gael! - le gritaron.

Gael sonrió de oreja a oreja. - ¡Miren! ¡Tengo piernas y pies que pueden andar en bicicleta como ustedes!

La diversión continuó con juegos y risas hasta que el sol comenzó a ocultarse. Gael se sintió tan feliz de haber salido, de haberse sorprendido con un mundo nuevo, lleno de amigos y aventuras.

- ¿Ves, Gael? Los días de calor no son tan terribles. - dijo su madre al recibirlo en casa.

- No, para nada. ¡Hoy aprendí a andar en bicicleta! - respondió emocionado.

Así, cada verano se convirtió en una inolvidable aventura para Gael y sus amigos, llenos de nuevos descubrimientos y momentos que recordarían para siempre. En el fondo, Gael descubrió que mirar al mundo con curiosidad y atreverse a probar cosas nuevas puede llevarte a vivir experiencias maravillosas.

FIN.

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