Gael y la magia de la amistad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un niño llamado Gael. Gael era un niño muy especial: tenía una sonrisa que iluminaba a todos a su alrededor y un corazón tan grande como el cielo azul.

Un día, mientras Gael jugaba en el parque con sus amigos, vio a Lucas, un niño nuevo en el pueblo, sentado solo en un banco.

Se acercó a él y le preguntó:- ¿Hola! ¿Quieres jugar con nosotros? Lucas miró a Gael con sorpresa y luego asintió tímidamente. Desde ese día, Gael y Lucas se convirtieron en grandes amigos. Jugaron juntos todos los días y compartieron momentos maravillosos.

Una tarde de verano, mientras jugaban al fútbol en el parque, llegó Martina, la hermana menor de Gael. Martina quería jugar también, pero solo tenían una pelota. "No hay problema", dijo Gael con una sonrisa. "Podemos turnarnos para jugar y así todos podemos divertirnos".

Y así lo hicieron. Se turnaron para jugar con la pelota, riendo y disfrutando juntos. Esa noche, cuando Martina le preguntó a Gael por qué había decidido compartir la pelota, él respondió:"Porque compartir nos hace felices a todos.

Cuando compartimos, no solo alegramos a los demás sino que también nos sentimos bien por dentro". Martina asintió con entendimiento y abrazó a su hermano con cariño.

Los días pasaron y Gael siguió compartiendo todo lo que tenía: sus juguetes, su merienda e incluso su tiempo. Pronto, otros niños del pueblo comenzaron a seguir su ejemplo y aprendieron la importancia de compartir.

Una mañana de otoño, cuando el viento soplaba suavemente entre los árboles dorados del parque, los niños del pueblo organizaron un picnic para celebrar la amistad y la generosidad de Gael. Todos trajeron algo para compartir: tortas caseras, frutas frescas y risas contagiosas.

Gael miraba feliz a su alrededor y se dio cuenta de lo mucho que había crecido desde aquel primer encuentro con Lucas en el parque. Comprendió que ser generoso no significaba dar todo lo que tenía, sino dar amor y amistad desinteresadamente.

Esa tarde, al atardecer, mientras el sol se escondía detrás de las montañas pintando el cielo de colores cálidos, Gael hizo un último gesto de generosidad: regaló su pelota favorita a Lucas como símbolo de gratitud por haberle enseñado tanto sobre la importancia de compartir.

Y así termina nuestra historia sobre Gael, un niño especial que aprendió que compartir es más valioso que cualquier tesoro material.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!