Galilea y la Gran Coreografía del Jardín



Había una vez, en un colorido jardín de infantes en Buenos Aires, una nena llamada Galilea. A sus cinco años, su sonrisa iluminaba el aula, y su energía la hacía destacar entre sus compañeros. Pero lo que más le encantaba a Galilea era bailar. Desde que podía caminar, había recreado todos los pasos de baile que había visto en la tele, y cada vez que sonaba música, sus pies la llevaban a danzar.

Una mañana, la maestra Lili anunció una gran noticia. "Chicos, el próximo viernes tendremos una competencia de baile en el jardín, y cada grupo debe presentar una coreografía"- dijo con entusiasmo. Los ojos de Galilea brillaron, y sus pequeños amigos comenzaron a murmurar emocionados.

"¡Esto es perfecto!"- exclamó Galilea. "Podemos hacer una coreografía genial. ¡Voy a ser la coreógrafa!"-

Así fue como Galilea se puso a pensar en una idea divertida. Ella quería mostrar todo lo que amaba del baile. Pero cuando se reunió con sus amigos para ensayar, se dio cuenta de que no todos estaban tan seguros.

"Yo no sé bailar muy bien..."- dijo Lucho, un niño tímido.

"Y a mí me da vergüenza..."- agregó Sofía, cubriéndose con la mochila.

"¡Tranquilos!"- los animó Galilea. "Vamos a hacerlo juntos. Aprendamos los pasos y nos vamos a divertir, ¡esa es la clave!"-

Así, cada tarde después del jardín, Galilea se reunía con Lucho, Sofía y otros amigos en el parque. Imaginaron una coreografía que contaba la historia de cuatro animales amigos que se juntaban a jugar.

Con cada ensayo, Galilea se dio cuenta de que algunos amigos no bailaban como ella, pero tenían un ritmo maravilloso en sus corazones.

"Mirá, si movés las manos así, ¡se ve espectacular!"- le dijo a Sofía.

"Y vos Lucho, tenés que hacer tu parte con confianza. ¡Eres un gran saltador!"- agregó.

Poco a poco, los nervios se fueron disipando. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha de la competencia, Galilea notó que estaban teniendo problemas con una parte en particular de la coreografía.

"Vean, esta parte es difícil. ¡Necesitamos resolverlo!"- dijo un poco frustrada.

"Lo intentamos mil veces y no sale…"- se quejó Lucho, desanimado.

Galilea se sentó en el césped, sintiendo que la presión era demasiada. "Quizás no deberíamos hacerlo…"- susurró.

Pero justo en ese momento, una mariposa colorida pasó volando, y los chicos la siguieron con la mirada. La mariposa danzaba en el aire, a veces alta, a veces baja, cambiando de dirección.

"¡Miren!"- dijo Galilea. "La mariposa no se preocupa si hace cada movimiento perfecto. ¡Ella disfruta volar!"-

Así, inspirados por la mariposa, decidieron introducir un nuevo giro en su coreografía, donde cada uno podía hacer movimientos libres y únicos como los de la mariposa.

"¡Sí! Cada quien puede agregar su propio estilo!"- exclamó Sofía.

Con renovada energía, el grupo ensayó con más ganas y se divirtieron explorando sus movimientos. En la competencia, esa tarde mágica, todos se veían nerviosos pero emocionados.

Cuando llegó su turno, Galilea tomó la mano de sus amigos y entraron juntos al escenario.

"Confíen en ustedes mismos. ¡Hagamos que la mariposa se sienta orgullosa!"- les susurró.

El viento sopló suave en el patio mientras comenzaban. Uno, dos, tres... ¡a bailar!

Galilea se movía con gracia, Lucho saltaba como nunca y Sofía giraba con alegría. Cuando llegó su parte, todos comenzaron a improvisar, llenando el escenario de risas y movimientos espontáneos.

Cuando terminaron, el público estalló en aplausos.

"¡Lo hicimos!"- gritó Lucho. "¡Eran los pasos de la mariposa!"-

El jurado, emocionado por lo que había visto, terminó premiando su esfuerzo único y original. Pero para Galilea, lo más importante había sido disfrutar el momento con sus amigos.

Desde entonces, el jardín no solo era un lugar para aprender, sino también un espacio donde cada uno podía ser libre, compartir sus talentos y explorar la danza juntos.

Galilea había enseñado a sus amigos que lo importante no era ser perfectos, sino disfrutar de lo que se ama. Y así siguieron bailando, alegrándose entre ellos, ¡y siempre recordando a aquella mariposa que les dio un giro inesperado a su historia!

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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