Galletas y Sorpresas Amigables



Había una vez un dinosaurio llamado Dino, que vivía en un hermoso y colorido bosque. Pero había algo muy especial en este dinosaurio: le encantaban las galletas.

No importaba qué tipo de galletas fueran, Dino siempre estaba dispuesto a probarlas. Un día, mientras exploraba el bosque en busca de su merienda favorita, Dino se encontró con un pequeño conejito llamado Pancho.

Pancho también tenía una gran pasión por las galletas y llevaba consigo una canasta llena de ellas. - ¡Hola, amigo dinosaurio! -dijo Pancho con una sonrisa-. ¿Te gustaría compartir algunas de mis deliciosas galletas? Dino no podía creer su suerte. Aquí estaba alguien dispuesto a compartir sus galletas con él.

- ¡Claro que sí! -exclamó Dino emocionado-. Me encantaría probar tus galletas. Pancho sacó varias galletitas de la canasta y ambos comenzaron a disfrutarlas juntos. Mientras comían, Dino notó que Pancho parecía preocupado. - ¿Qué te pasa, Pancho? -preguntó Dino con curiosidad.

- Verás, Dino -respondió Pancho-, tengo muchas más galletas en mi madriguera secreta. Pero es difícil llegar allí porque hay un río peligroso en el camino y no sé nadar.

Dino pensó durante unos segundos y luego tuvo una idea brillante. - No te preocupes, Pancho. Soy bastante grande y fuerte. Puedo ayudarte a cruzar el río para llegar a tus deliciosas galletitas. Pancho se iluminó de alegría al escuchar las palabras de Dino.

- ¡Oh, Dino! ¡Eres el mejor amigo que alguien podría tener! Sin perder tiempo, Dino y Pancho se dirigieron hacia el río. El agua fluía rápida y parecía bastante profunda. Pero eso no detuvo a Dino.

Usando su largo cuello y sus poderosas patas, creó un puente improvisado para que Pancho pudiera cruzar con seguridad. Una vez al otro lado del río, Pancho condujo a Dino hasta su madriguera secreta.

Allí encontraron una gran cantidad de galletitas de diferentes sabores y formas. - Wow, Pancho -exclamó Dino asombrado-. Nunca había visto tantas galletas juntas en mi vida. Ambos dinosaurios disfrutaron de las galletitas durante horas y compartieron muchas risas y conversaciones divertidas.

Fue una tarde llena de amistad y aventura. A medida que caía la noche, era hora de regresar al bosque donde vivían. Pero antes de separarse, Dino hizo una promesa especial a Pancho.

- Prometo volver siempre que quieras compartir tus deliciosas galletitas conmigo, querido amigo conejito. Y así fue como nació una amistad eterna entre un dinosaurio hambriento llamado Dino y un pequeño conejito llamado Pancho. Juntos demostraron que la bondad y la generosidad pueden llevarnos a lugares inesperados e increíbles aventuras.

FIN.

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