Galletitas mágicas y sueños cumplidos



Había una vez una niña llamada Tehia, con el pelo rojo y ondulado, y unos ojos grandes y verdes que brillaban como esmeraldas. Siempre vestía un hermoso vestido blanco con manchas de colores pastel que le encantaban.

Además, nunca se separaba de su querido peluche, una nutria de color morado. Tehia vivía en un pequeño pueblo rodeado de naturaleza. Allí, tenía a su abuela como compañera de juegos y aventuras.

A Tehia le encantaba pasar tiempo con ella, pero hoy estaba triste porque su abuela tenía mucho trabajo en la cocina. La niña se acercó a la puerta de la cocina y vio a su abuela preparando deliciosos platos.

El aroma delicioso llenaba el aire, pero Tehia no podía jugar con su abuela como solían hacerlo. - Abuelita, ¿puedo ayudarte en algo? - preguntó Tehia con voz dulce. Su abuela sonrió y le dijo: "¡Claro que sí! Puedes ser mi pequeña ayudante".

Tehia saltó de alegría y rápidamente se puso un delantal para comenzar a trabajar junto a su abuela. Juntas mezclaron harina para hacer galletitas mágicas. Mientras amasaban la masa, Tehia decidió contarle algo especial a su abuela.

- Sabes, abuelita - dijo Tehia -, hoy tuve un sueño muy bonito donde las galletitas cobraban vida y nos llevaban volando por todo el mundo. La abuela sonrió cariñosamente mientras cortaba formas divertidas en la masa.

Ambas imaginaron cómo sería volar en una galletita mágica y visitar lugares maravillosos.

- Entonces, mi pequeña aventurera - dijo la abuela -, ¿qué forma le darías a estas galletitas mágicas? Tehia pensó por un momento y luego respondió: "Les daría forma de estrella para que brillen como el cielo nocturno". Juntas, cortaron las galletitas en forma de estrellas y las colocaron en una bandeja. Luego las pusieron en el horno, donde comenzaron a dorarse lentamente.

Mientras esperaban, Tehia y su abuela continuaron su conversación sobre los sueños y las aventuras. La niña aprendió que los sueños pueden hacerse realidad si uno tiene fe en sí mismo y trabaja duro para lograrlo. Finalmente, las galletitas estuvieron listas.

Tehia se llenó de emoción al verlas salir del horno, crujientes y doradas como pequeñas estrellas luminosas. - ¡Son perfectas! - exclamó Tehia emocionada -, ¡parecen sacadas directamente de mi sueño! Las dos compartieron una dulce merienda junto a las galletitas mágicas.

Cada bocado les recordaba la importancia de perseguir los sueños y trabajar juntas para lograrlos. Después de disfrutar de su merienda, Tehia se sintió llena de energía e inspiración.

Se dio cuenta de que aunque no pudiera jugar con su abuela todo el tiempo, siempre podrían encontrar momentos especiales juntas mientras hacían cosas nuevas y emocionantes. Desde ese día, Tehia siguió soñando grandes sueños y trabajando duro para hacerlos realidad.

Y cada vez que cocinaba con su abuela, recordaban esa tarde mágica de galletitas estrelladas y se llenaban de amor y alegría. Y así, Tehia aprendió que no importa cuánto tiempo pase sin poder jugar, siempre hay formas especiales de estar cerca de las personas que amas.

FIN.

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