Gallina y su Pollito Adoptado



Había una vez en una granja alegre, una Gallina llamada Clotilde. Clotilde era muy simpática, pero tenía un pequeño problema: no podía tener pollitos. Todos los días, miraba a sus amigas cómo cuidaban a sus pequeños con mucho amor y ternura, y su corazón se llenaba de deseo por tener uno propio. Aunque intentaba no ponérselo mal, las lágrimas rondaban sus ojos cuando veía a los otros pollitos corretear a su alrededor.

Un día, una amable granjera decidió ayudar a Clotilde. "Voy a buscar un pollito que necesite amor y cuidado", pensó. Y, a poco de andar, encontró a un pollito que había sido rechazado por su madre. El pequeño, con plumas amarillas y un pequeño pico, miraba al mundo con ojos tristes.

"Este es tu día de suerte, pequeño. Te llevaré a casa de Clotilde", dijo la granjera al pollito.

Cuando la granjera presentó al pollito a Clotilde, la Gallina se llenó de emoción. "¿Puedo quedarme con él?", preguntó, con los ojos brillantes. La granjera sonrió y asintió. "Es todo tuyo, Clotilde. Cuídalo bien".

El pollito, que se llamaba Pipón, al principio tenía miedo. "No sé si encajaré aquí. ¿Y si Clotilde no me quiere?". Pero Clotilde lo abrazó con sus alas, y le dijo:

"No te preocupes, querido. Aquí serás muy amado. Eres parte de esta familia ahora".

Día a día, Pipón fue sintiéndose más cómodo. Clotilde lo alimentaba con granos, lo ba bañaba con agua fresca y hasta le contaba historias de la granja. Pipón, a su vez, llenaba la vida de Clotilde con sus travesuras, correteando de aquí para allá y haciendo ruiditos adorables.

Sin embargo, todo cambió una mañana soleada. Pipón, curioso y aventurero, decidió explorar un poco más allá de lo habitual. Se alejó tanto que, al darse cuenta, estaba perdido. "¡Ay no! ¿Dónde estoy?" gritaba mientras miraba a su alrededor. Clotilde, al notar que su pollito no estaba a su lado, entró en pánico.

"¡Pipón! ¡Pipón! ¿Dónde estás?" llamaba Clotilde, buscando desesperadamente entre los árboles y arbustos.

Los minutos se hicieron eternos, pero finalmente, de un pequeño arbusto salió Pipón, con plumas desordenadas y una sonrisa en su rostro. "¡Mamá Clotilde! ¡Mamá Clotilde! ¡Descubrí un estanque brillante!".

Clotilde, aliviada, corrió hacia él y lo abrazó con fuerza. "No vuelvas a alejarte, Pipón. Me asustaste", le dijo, con la voz entrecortada por la emoción.

Pipón, al sentir el calor del abrazo de su madre adoptiva, comprendió que podía aventurarse, pero siempre regresando a casa. "Lo prometo, mamá. Te quiero mucho".

Y así, juntos, Clotilde y Pipón se aventuraban en la granja, compartiendo sus días llenos de amor y alegría. Clotilde le enseñaba sobre la vida en la granja, mientras Pipón la llenaba de nuevos aprendices sobre la curiosidad y el esplendor del mundo.

Un día, mientras paseaban por el campo, se encontraron con un grupo de pollitos jugando. "¿Puedo jugar con ellos?" preguntó Pipón emocionado.

"Por supuesto, pero recuerda que siempre soy tu mamá, y yo nunca te dejaré solo". Clotilde sonrió, dándole su permiso.

Así, Pipón se unió a los otros pollitos, correteando y riendo, pero siempre vigilando a Clotilde desde lejos. Ella estaba feliz viéndolo jugar y, al mismo tiempo, su corazón se sentía completo. Comprendió que quizás no había sido madre biológica, pero su amor era tan fuerte que había creado un lazo inquebrantable de familia con Pipón.

Al caer la tarde, Pipón regresó a su madre. "Mamá, eres la mejor. Gracias por darme un hogar". Clotilde se sintió más feliz que nunca. ¡Tenía un pollito y era su pollito!

Y así, Clotilde y Pipón vivieron felices en la granja, demostrando que a veces, el amor familiar no se trata de la biología, sino de los lazos que construimos en el corazón. Cada día era una nueva aventura, pero siempre volviendo a casa, donde el amor los esperaba.

FIN.

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