Gaspar, el gallinazo orgulloso
En lo más profundo de la selva vivía un gallinazo llamado Gaspar. Gaspar era un ave grande y fornida, con un plumaje negro como el carbón.
Siempre se sentía triste al ver pasar a los coloridos guacamayos que volaban por encima de él con sus plumas brillantes y multicolores. Un día, mientras Gaspar observaba envidiosamente a un guacamayo, decidió que quería cambiar su plumaje negro por uno tan hermoso y reluciente como el del pájaro colorido.
Pero no sabía cómo lograrlo.
Fue entonces cuando tuvo una idea descabellada: ¡pondría a sus crías en el horno para cambiar su plumaje! Sin pensarlo dos veces, Gaspar llevó a sus crías al horno de una vieja casona abandonada en medio del bosque. Las colocó con cuidado en la bandeja caliente y cerró la puerta del horno con ansias de ver el cambio milagroso que ocurriría.
Pasaron unos minutos angustiantes antes de que Gaspar abriera la puerta del horno con expectación. Para su sorpresa, las crías seguían siendo negras como él, pero ahora estaban cubiertas de ceniza y parecían aún más oscuras.
Confundido y desilusionado, Gaspar se dio cuenta del grave error que había cometido al intentar cambiar algo tan natural como su propio plumaje. Lleno de remordimiento, buscó ayuda en el sabio búho de la selva.
El búho escuchó atentamente la historia de Gaspar y le explicó que cada ser vivo es único y especial tal como es, sin necesidad de compararse ni intentar ser diferente. Le recordó que la verdadera belleza radica en aceptarse a uno mismo tal como es.
Gaspar reflexionó sobre las palabras del sabio búho y finalmente entendió que no necesitaba cambiar su apariencia para ser valioso y amado. A partir de ese día, dejó atrás su deseo vanidoso e empezó a apreciar su propio plumaje oscuro por primera vez.
Desde entonces, Gaspar vivió feliz en la selva junto a los demás animales, aprendiendo a valorarse a sí mismo y respetando la diversidad que existía entre ellos.
Y aunque nunca llegó a tener un plumaje multicolor como los guacamayos, encontró paz interior al aceptarse tal como era: un gallinazo único e irrepetible en todo su esplendor oscuro pero hermoso.
FIN.