Gaspar y el Viaje a la Tienda



Había una vez, en un vecindario lleno de colores y risas, una niña llamada Gaspar. Su nombre era un poco raro para una niña, pero a ella le encantaba. Era una niña muy especial que tenía una gran pasión: jugar con sus muñecas. Tenía un montón de ellas; unas eran altas, otras bajitas, unas con cabello rizado y otras con cabello lacio. A Gaspar le gustaba imaginar que cada una de sus muñecas tenía una historia única.

Una hermosa tarde, mientras el sol brillaba en su ventana, Gaspar estaba organizando una gran fiesta de té para sus muñecas. Había preparado una mesita con minúsculas galletitas y una jarra de jugo de frutas. "¡Hoy será un día espectacular para mis muñecas!"- se decía emocionada.

De repente, su mamá apareció por la puerta con un rayo de preocupación en su voz. "Gaspar, cariño, necesito que me hagas un favor, ¿podés ir a la tienda a comprarme una pasta para el dolor?"-

Gaspar se desanimó de inmediato. "Pero, mamá, ¡estoy muy ocupada! Estoy organizando la fiesta de té y no puedo ir ahora"- protestó con un puchero.

La mamá de Gaspar entendió su frustración. "Sé que es importante lo que estás haciendo, pero también es importante ayudar en casa. Si vas y traes la pasta, prometo que luego jugamos juntas, ¿te parece?"-

Gaspar suspiró, pero accedió. "Está bien, mamá. Pero solo por esta vez"-. Tomó su carrito de juguete y salió a la calle, sintiéndose un poco molesta por tener que dejar su fiesta.

Al llegar a la tienda, Gaspar se dio cuenta de que había un gran letrero: "Recompensa especial: llévate una muñeca por cada compra de más de mil pesos". Su rostro se iluminó. "¡Quizás esto no sea tan malo después de todo!"- pensó mientras se acercaba al mostrador.

Mientras buscaba la pasta, la dueña de la tienda, la señora Pato, la saludó. "Hola, Gaspar. ¿Cómo estás hoy?"-

"¡Bien, señora Pato! Vine por una pasta para el dolor, ¿la tiene?"- respondió Gaspar.

"Claro. Pero tengo algo más especial para vos. Si me ayudás a ordenar estas muñecas que acaban de llegar, te regalo una"- dijo la señora Pato con una sonrisa.

La palabra ‘regalo’ hizo que la mente de Gaspar hiciera un giro. "¿Me ayudaría Rina, mi muñeca que siempre es tan valiente?"- preguntó Gaspar, señalando a su muñeca favorita que llevaba en la mano. La señora Pato asintió. "¡Por supuesto!"-

Gaspar sonrió y decidió ayudar. Juntas, empezaron a organizar las muñecas en la estantería, creando grupos y contando historias para cada una. Gaspar se olvidó del tiempo y se divirtió tanto que la señora Pato le dijo al final: "Gaspar, por tu gran ayuda, aquí tenés una muñeca muy especial"-.

Gaspar miró la muñeca nueva, con un hermoso vestido colorido. "¡Gracias, señora Pato! ¡Es muy bonita!"- exclamó, llena de emoción. Luego, recordó que todavía necesitaba la pasta. "¡Casi me olvido!"- corrió hacia el mostrador y pagó.

Regresó a casa feliz, con la magnifica muñeca en los brazos. "Mamá, ya estoy aquí. ¡Mirá lo que conseguí!"- gritaría, mientras mostraba su nueva amiga a su madre.

"¡Es preciosa, Gaspar! Me alegra que te hayas divertido"- dijo su mamá, sonriendo. "Ahora, ¡volvamos a tu fiesta de té!"-.

Esa tarde, las muñecas de Gaspar no solo disfrutaron de un delicioso té, sino que también escucharon la emocionante historia de cómo su dueña finalmente aprendió que ayudar a los demás puede traer recompensas inesperadas, y quizás, incluso, un nuevo amiga para jugar. Desde ese día, Gaspar nunca más se quejó de ayudar en casa. Después de todo, una buena aventura siempre puede surgir de una pequeña tarea.

Y así, a pesar de que las tardes de juegos eran importantes, Gaspar también descubrió la alegría de ayudar a su mamá, sabiendo que cada esfuerzo podía traer consigo una bonita sorpresa.

FIN.

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