Gastón y el jardín de la paz



Había una vez un pequeño escargot llamado Gastón. Vivía felizmente en un hermoso jardín, rodeado de flores y plantas.

Pero había algo que lo preocupaba mucho: todos los días veía cómo otros animales se comían a sus amigos caracoles. Un día, mientras Gastón se deslizaba lentamente por el camino del jardín, escuchó una conversación entre dos pájaros. Decidido a encontrar una solución para su problema, se acercó sigilosamente para escuchar mejor.

"¡Mira ese delicioso caracol! Será mi almuerzo hoy", dijo uno de los pájaros con entusiasmo. Gastón sintió un escalofrío recorrer su caparazón y decidió intervenir.

Se acercó a los pájaros y les dijo valientemente: "¡Espera! ¿No podríamos encontrar otra forma de resolver esto? No quiero ser comido". Los pájaros miraron al pequeño escargot sorprendidos. Nunca habían conocido a alguien que no quisiera ser comido. Intrigados por la propuesta, decidieron escuchar lo que Gastón tenía para decir.

Gastón explicó que él también era parte del ecosistema del jardín y tenía derecho a vivir sin temor a ser devorado. Propuso que todos los animales trabajaran juntos para encontrar una solución justa y pacífica.

Los pájaros pensaron durante un momento y finalmente aceptaron la propuesta de Gastón. Juntos formaron un consejo con otros animales del jardín: mariposas, abejas, hormigas y hasta la rana saltarina. El consejo decidió establecer una serie de reglas para garantizar la seguridad de todos los animales del jardín.

Acordaron que cada especie tendría su propio espacio y alimento, sin invadir el territorio ni las presas de los demás. A medida que pasaba el tiempo, el jardín se convirtió en un lugar próspero y armonioso.

Los pájaros encontraron semillas y frutas abundantes para alimentarse, mientras que las mariposas disfrutaban del néctar de las flores. Las hormigas trabajaban diligentemente en su formación de túneles subterráneos y la rana saltarina disfrutaba de sus largos saltos en el estanque.

Gastón vivía felizmente sabiendo que nadie lo perseguiría para comérselo. En cambio, se convirtió en un valioso miembro del ecosistema del jardín al ayudar a descomponer hojas muertas y mantener la tierra fresca y fértil.

Con el tiempo, otros animales comenzaron a darse cuenta de la importancia de respetar los derechos y necesidades de los demás. El jardín se convirtió en un ejemplo para todas las criaturas, grandes y pequeñas.

Y así fue como Gastón, el pequeño escargot valiente, logró cambiar la mentalidad egoísta de algunos animales y crear un ambiente donde todos pudieran vivir en paz.

La moraleja de esta historia es que no importa cuán pequeños o insignificantes nos sintamos, siempre podemos hacer una diferencia si tenemos coraje y perseverancia para luchar por lo que creemos correcto. Todos merecemos ser respetados y vivir en armonía con los demás, sin importar nuestra apariencia o tamaño.

FIN.

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