Gato en busca de su verdadera esencia
. Sí, así es, Lolo era un gato pero su alma y espíritu eran de perro.
Él siempre se sentía diferente a los demás gatos, no le gustaba jugar con pelotas de estambre ni dormir largas horas al sol. Lo que realmente disfrutaba era correr detrás de palos y perseguir mariposas en el jardín. Un día, mientras exploraba los tejados del vecindario, Lolo escuchó unos ladridos provenientes de una casa cercana.
Sin pensarlo dos veces, saltó hacia la ventana para ver qué estaba pasando. Allí encontró a su amigo perruno Rocky jugando con su dueño en el patio trasero. Lolo estaba fascinado por la forma en que Rocky corría y saltaba sin parar.
Él quería ser como él e irse con ellos a jugar pero sabía que nunca lo aceptarían por ser un gato. Decidió entonces buscar ayuda para encontrar una solución a su problema.
Visitó al sabio búho del bosque quien le explicó que había sido víctima de una extraña maldición lanzada por una bruja malvada hace muchos años atrás.
Le dijo también que si quería volver a ser un perro debía buscar el amuleto de la transformación perdido desde hace siglos. Lolo emprendió entonces un viaje lleno de aventuras para encontrar el amuleto perdido y deshacerse así de la maldición que lo tenía atrapado en el cuerpo equivocado.
Su camino no fue fácil, tuvo que sortear obstáculos como cruzar ríos caudalosos, enfrentarse a terribles tormentas y luchar contra animales salvajes que querían devorarlo. Pero Lolo no se rindió y siguió su camino con valentía. Finalmente, después de muchas semanas de búsqueda, encontró el amuleto escondido en una cueva secreta.
Cuando lo tomó en sus manos sintió una fuerte energía recorrer todo su cuerpo. Cerró los ojos y pronunció las palabras mágicas que el búho le había enseñado.
De repente, un brillo intenso inundó la cueva y Lolo cayó al suelo mareado. Cuando abrió los ojos se dio cuenta de que estaba rodeado por Rocky y otros perros del vecindario.
Al principio no supo qué hacer pero luego notó algo extraño: ¡era un perro! Lolo comenzó a ladrar emocionado mientras corría detrás de los demás perros jugando sin parar. Era libre para ser quien realmente era, finalmente había encontrado su verdadera identidad.
Desde ese día, Lolo se convirtió en uno más del grupo de amigos perrunos del vecindario. Ya no tenía que fingir ser alguien que no era ni sentirse diferente a los demás gatos. Había logrado superar todos los obstáculos gracias a su determinación y coraje.
La moraleja de esta historia es muy clara: nunca te rindas ante las adversidades y siempre sigue tus sueños porque algún día podrás alcanzarlos si trabajas duro para ello.
FIN.