Gato en la Luna
Había una vez un pequeño gato llamado Lolo que soñaba con las estrellas. Todas las noches, cuando el cielo se oscurecía y la luna brillaba, Lolo se sentaba en la ventana de su casa, mirando hacia arriba con grandes ojos curiosos.
Una noche, mientras Lolo observaba la luna, pensó:
"¿Qué tal si pudiera ir a la luna? Debe ser un lugar maravilloso lleno de aventuras y secretos."
Con esa idea en mente, Lolo decidió que no podía esperar más. Así que se armó con un pequeño sombrero de papel, una mochila llena de galletas y una linterna. Se trepó al tejado de su casa y gritó con todas sus fuerzas:
"¡Mira, mundo! ¡Voy a la luna!"
Los otros gatos del vecindario lo miraron con curiosidad.
"¡Estás loco, Lolo! No podés ir a la luna. Es demasiado lejos."
"¿Y por qué no? ¡Sólo necesito un poco de coraje y una buena idea!"
Lolo decidió que iba a construir un cohete con cosas que encontrara en el vecindario. Empezó a reunir material: cajas de cartón, botellas vacías y un par de viejos globos de fiesta. Luego se puso a trabajar, y con mucho esfuerzo y dedicación, construyó el cohete más impresionante que esos gatos habían visto.
Pero justo cuando estaba a punto de despegar, una nube oscura apareció en el cielo. Los gatos se asustaron y Lolo se dio cuenta que necesitaría una solución. Entonces se le ocurrió una idea brillante:
"¡Voy a invitar a todos a unirse a mi aventura! Si vamos juntos, ¡será más divertido y menos aterrador!"
Su propuesta entusiasmó a los gatos. Pronto, un grupo de felinos curiosos se unió a Lolo y comenzaron a ayudarlo a preparar el cohete.
Al medio de todos los preparativos alguien dijo:
"Pero, ¿y si no sabemos volver?"
Lolo, pensando rápido, contestó:
"No se preocupen, podemos hacer un mapa. Y tenemos galletas, ¡eso es suficiente para traer alegría!"
Con el grupo listo y la emoción en el aire, finalmente llegó el momento de despegar. Contaron hasta tres y
e hicieron un gran salto como si estuvieran despegando.
"¡Uno, dos, tres! ¡Hacia la luna!"
Aunque no fue un despegue real, Lolo y sus amigos comenzaron a imaginar que estaban volando. En su mente, cruzaban el espacio, vagaban entre las estrellas, y pronto llegaron a la luna. Allí, descubrieron un mundo lleno de polvo plateado y enormes montañas de cristal.
"¡Miren, hay un lago de estrellas!" gritó uno de los gatos.
"Y allí, ¡hay un árbol que da galletas!" añadió otro.
Lolo y sus amigos comenzaron a explorar, jugar en el lago de estrellas y a disfrutar de las galletas. Pero a medida que pasaba el tiempo, Lolo sintió que la luna no era tan solitaria, pero tampoco era su hogar. Así que, mirando a sus amigos, dijo:
"¿Saben qué? Esto fue increíble, pero también extraño, y extraño por un motivo. Extraño mi cama y el calor de nuestra casa. ¡Es hora de regresar!"
Los gatos asintieron, felices de haber vivido esa experiencia, pero también listos para volver. Siguieron su mapa imaginario y pronto se encontraron nuevamente en su vecindario, en la misma azotea donde habían comenzado la aventura. Todos estaban emocionados, charlando sobre lo vivido.
"¡Fue una gran aventura! Y me alegra haberlo hecho con cada uno de ustedes."
Dijo Lolo, mientras se acomodaba sobre un tejado, mirando las estrellas.
Así que no solo Lolo cumplió su sueño de ir a la luna, sino que también aprendió que compartir las experiencias con amigos hace todo más especial. Ahora, cada noche, Lolo y su grupo de amigos se reunían para contar historias sobre su viaje a la luna y planear nuevas aventuras, mientras miraban al cielo juntos.
Y así, Lolo descubrió que el verdadero viaje comienza en el corazón cuando se tiene imaginación y compañía.
FIN.