Gato feliz por la comida
Érase una vez en una casa llena de luz y amor, un gato llamado Gato Feliz. Con su suave pelaje anaranjado y su brillante sonrisa, Gato Feliz pasaba sus días disfrutando de las comodidades de su hogar y buscando siempre un momento para jugar. Aunque tenía un hogar cariñoso, había algo que siempre le hacía relamerse de emoción: la comida.
Un hermoso día soleado, mientras Gato Feliz estaba descansando en el sillón, su dueña, Ana, entró a la cocina con un olor irresistible.
"¡Gato Feliz! ¡Hoy haré tu comida favorita, pescado fresco!" - anunció Ana.
Gato Feliz se estiró y comenzó a saltar de alegría, dejando claro cuánto esperaba su deliciosa comida.
"¡Sí! ¡Qué alegría!" - maulló mientras daba vueltas.
Pero cuando Ana fue a la pescadería, se encontró con un problema: el pescadero le dijo que no había pescado fresco disponible. Ana regresó a casa con las manos vacías y una nube de preocupación en su rostro.
Al llegar, Gato Feliz vio a Ana con una canasta vacía y supo que algo no estaba bien.
"¿Qué sucede, Ana?" - le preguntó, acercándose.
"No hay pescado hoy, Gato Feliz. Tendremos que hacer algo diferente para cenar." - respondió Ana con un tono triste.
Gato Feliz, aunque decepcionado, no podía permitir que Ana se sintiera mal.
"No te preocupes, Ana. Siempre podemos hacer algo rico con lo que tengamos en la cocina, ¿verdad?" - dijo con su mejor sonrisa.
Ana lo miró y, a pesar de su tristeza, sonrió por la actitud optimista de su amigo animal.
"Tenés razón. ¿Qué en vez de pescado podríamos cocinar juntos?" - preguntó Ana, sintiendo que la idea de cocinar en equipo podría ser divertida.
Gato Feliz pensó durante un momento y entonces dijo:
"¿Qué tal una buena sopa de verduras? Siempre tengo hambre de vitaminas." - sugirió con entusiasmo.
"¡Es una gran idea!" - exclamó Ana, animándose nuevamente. Comenzaron a buscar los ingredientes en la heladera.
Juntos, picaron zanahorias, papas, y hasta un poco de calabaza. Gato Feliz tenía mucho cuidado moviendo los ingredientes y, aunque él no podía cortar nada, estuvo al frente supervisando cada movimiento de Ana.
Mientras la sopa se cocinaba, Gato Feliz observaba cómo Ana sazonaba todo con cariño, y no podía evitar lamerse los labios por anticipación. Pronto, el aroma empezó a llenar la cocina, y ambos se sentaron en la mesa a esperar.
De repente, Gato Feliz tuvo una idea brillante.
"¿Por qué no invitamos a nuestros amigos a disfrutar de la sopa con nosotros?" - sugirió emocionado.
Ana se iluminó con la idea. Así que, decidieron invitar a varios amigos del barrio: la perra Lila, el loro Pablo, y el conejo Nico. Todos aceptaron encantados la invitación y pronto llegaron a casa.
"¡Qué rico huele!" - dijo Lila, moviendo la cola al instante.
La mesa se llenó de risas y alegría mientras disfrutaban de la sopa. Gato Feliz estaba encantado de ver cómo su idea había reunido a todos.
"¿Vieron? La comida puede ser más deliciosa cuando la compartimos con amigos." - comentó Gato Feliz, sonriendo mientras disfrutaba de su cena.
Después de terminar, todos contribuyeron con un postre que traían: pastel de zanahoria de Lila, frutas frescas de Pablo y mix de nueces de Nico. Comieron, rieron y jugaron hasta que el sol comenzó a ponerse, y Gato Feliz sintió que no solo había aprendido a disfrutar de la comida, sino que además había descubierto que compartir puede ser la mejor parte.
Aquel día no solo fue un éxito por la rica sopa, sino también por la amistad y la alegría que sintieron al compartir momentos juntos. Desde entonces, Gato Feliz supo que no importaba qué hubiera en el plato, lo que realmente importaba era la compañía que tenías en la mesa. Así, a partir de ese día, siempre que la cocina oliera a sopa, sabía que las historias y risas nunca faltarían.
Y así, Gato Feliz y Ana continuaron cocinando juntos, transformando cada comida en una celebración, porque la comida, en buenos momentos y en buena compañía, siempre sería deliciosa.
FIN.