Gato sin hogar, amigos de corazón
Había una vez un grupo de amigos que se reunían todas las noches para jugar en el parque bajo la luz de la luna. Les encantaba correr, saltar y divertirse juntos.
Un día, mientras jugaban al escondite, encontraron a un gato callejero. Era gris y blanco con ojos grandes y verdes. El gato parecía asustado y hambriento. -¡Miren! ¡Es un gatito! -dijo Ana emocionada. -¿Qué hacemos con él? -preguntó Juan preocupado.
-Necesita comida y agua -sugirió María compasiva. -Podemos llevarlo a mi casa y darle algo de comer -propuso Pedro amablemente. Así lo hicieron. Llevaron al gato a la casa de Pedro donde le dieron leche y croquetas para que comiera.
El gato estaba muy contento con su nueva familia humana. A partir de ese día, el grupo de amigos se hizo aún más diverso e inclusivo ya que el gato se convirtió en uno más del grupo.
Lo llamaron —"Lunita" porque siempre jugaban bajo la luz de la luna. Jugaron juntos durante semanas hasta que un día notaron algo extraño en Lunita: tenía una pata lastimada. -¡Oh no! ¿Qué le pasó? -exclamó Ana preocupada.
-No lo sé, pero tenemos que ayudarlo -respondió Juan decidido. Los niños buscaron ayuda en Internet para curar a Lunita y encontraron algunos consejos útiles sobre cómo cuidar heridas en animales domésticos. Con mucho amor, dedicación y paciencia lograron curar la pata de Lunita.
Después de un tiempo, el gato se recuperó completamente y volvió a correr y jugar con sus amigos. Estaba muy feliz de tener una familia amorosa que lo cuidaba.
Un día, cuando jugaban en el parque, notaron que había muchos otros animales callejeros necesitados de ayuda. Decidieron hacer algo al respecto y comenzaron a recolectar comida y agua para ellos.
Gracias a su solidaridad y empatía, los niños lograron crear conciencia sobre la importancia del respeto hacia los animales y el valor de la diversidad en las relaciones humanas. Desde entonces, Luna, amigos, diversidad, gato y juego fueron sinónimos de amistad incondicional e inclusión para siempre.
FIN.